Heme aquí, de regreso por estos lares. Resulta que según yo, no puedo escribir cuando soy feliz, pero analizando mi discurso en letras, yo nunca escribo cuando soy infeliz, más bien todo lo contrario, así que mi disculpa resultó mala hasta para mí. Además mis fans (uno en realidad) me dijeron que se extrañaban mis letras. Así que me he propuesto volver a practicar esta manía de decirle a la gente cosas que en realidad a veces hasta a mí me importan un pito o no me quedan muy claras del todo.
No por eso, va mutante de amanecer Santodomingueño, que continúa la moda de escribir al más puro estilo Jack el destripador (hay quienes opinan que es más bien el descuartizador), así que vayamos por partes.
La idea inicial surgió ayer después de leer un par de artículos sobre feminismo (tema que últimamente me obsesiona) y literatura. Ambos me inquietaron y a la vez me dieron una nueva disculpa para no poder escribir. Y es que con eso de que me volví tan feminista de palabra y mi formación es cien por ciento patriarcal, pues de hecho se hace muy difícil para su servilleta hacer uso de las letras dada la etapa de transición que experimento.
Hace ya más de un año que mis horarios cambiaron, por ejemplo, y de un ser noctámbulo por excelencia pasé a despertar todos los días antes del amanecer, que desde mi edificio es por cierto asombroso casi siempre. En realidad sigo siendo noctámbula, sólo que ahora necesito tan sólo de ciclos de cuatro horas para recargar pila, quizá por mi condición de desempleada o tal vez por mi edad, me resisto a entender cómo funciona un cuerpo a los 57 años, lo cual me causa no pocos contratiempos. Dieta, sexualidad, ciclos de sueño y hasta ideología, son todo un lío a estas alturas del partido. Y yo que pensé que se iría haciendo sencillo.
Así las cosas, me ha dado por ponerme a filosofar conmigo misma cada mañana, mientras el sol sale. El espectáculo es tan bello que me deja totalmente ágrafa. ¿Cómo explicar en palabras lo que las imágenes me transmiten? Ese pasar del silencio y la oscuridad total a la luz cegadora y los sonidos asfixiantes. Es por eso que he preferido poner videos y fotos para compartir, en vez de letras, imágenes. Desgraciadamente todo lo tomo con la cámara de mi celular, que registra sólo lo que se le da la gana, nunca lo que yo veo y siento con cada amanecer. No tienen idea cuánto anhelo tener una buena cámara, aunque sea prestada, para compartir así lo grandioso del proceso, que siempre es distinto, pues depende de los vientos, la humedad, la estación del año, en fin, cantidad de elementos que me resulta imposible describir en lo que pretendo sea un breve texto, y menos con tan chafa cámara como la de mi teléfono.
Si tuviese que resumir lo aprendido a lo largo de tantos amaneceres disfrutados este año, les diré que lo que más me ha maravillado es cómo la vida puede cambiar de un momento a otro. En quince minutos, del silencio y oscuridad total, la vida transita por toda la gama de colores, climas, y sonidos y da como resultado un nuevo día, casi siempre limpio y claro, pese a lo que digan todos los heiters que se la pasan de quejicas sobre la Ciudad de México (en realidad sólo veo el amanecer si no está nublado).
Y volviendo a lo del feminismo a ultranza en el cual me ha dado por militar de manera tardía, a mi modo de ver; resulta que también me ha metido en muchos problemas para escribir y describir la gama de sentimientos en que me ha sumergido.
Para acabarla de amolar está todo este rollo de ser animalista, ahora que les ha dado por etiquetar cada una de las formas de ser, géneros, etapas, etcétera.
Y ahora sí, como en los cuentos, debo decir que todo empezó hace tiempo, a raíz de una serie de reflexiones gráficas que mi hija inició hace algunos años sobre la pornografía, fenómeno que como buena hija del patriarcado yo veía como normal.
Me puse a investigar sobre algo que yo veía como natural, y grande fue mi sorpresa al descubrir que puede llegar a ser tan nociva para el cerebro y para las relaciones como cualquier vicio, droga o enfermedad. De ahí pasé a cuestionar el trato que las mujeres recibimos en los medios y descubrí que las premisas del porno estaban por doquier en la manera de tratar a las mujeres. Mi malestar fue creciendo.
Otro tanto me pasó con la música y el idioma y muchos de los autores que antaño me encantaban fueron cayendo de mi gracia pues no soportaban un análisis de género. Nada se salvó; canciones, películas, series de TV, libros, todo está hecho en el más puro lenguaje patriarcal.
Fui modificando mis gustos en todo. Sabina ya no sonaba como el bohemio que conocía a las mujeres y sus reacciones a fondo, más bien como el misógino más grande que había escuchado. Woody Allen y su abuso sobre sus hijastras hizo que aunque su discurso como cineasta antes me encantara ahora me incomodara, nada más por poner un par de ejemplos.
Empecé a cuestionar desde memes en Internet hasta anuncios sobre sopa instantánea. Nada se salvó. Recáspita, diría Archie uno de mis primeros amores, pelirrojo que ejercía el patriarcado a ultranza desde los cómics que leía yo de niña.
Y como no soy mujer de medias tintas, obvio me fui en contra de lo que yo escribía. ¡Sorpresa! tampoco se salvaba. Por supuesto intenté cambiar mi discurso literario, y día a día se hizo más difícil para mi escribir desde mi nueva posición ideológica.
De verdad, no es tarea fácil la que emprendí conmigo. Bajo la visión de género pocas cosas se salvan, y el lenguaje es una de las principales armas del patriarcado. Súmenle a eso lo mucho que han cambiado ciertas cosas. Por ejemplo, en mi adolescencia, lo más natural era tener novios que te aventajaran diez o más años. A mis trece años, tener un novio diez años mayor, era considerado, al menos por mi familia, como que estaba madurando, por ejemplo. Y no recuerdo que mis amigos y amigas pusiesen objeción alguna a ese hecho.
Lo mismo me fue pasando con la política. Hasta hace unos años para mí era fácil encontrar en qué hemisferio político estaba, mi militancia en partidos lo facilitaba. Pero a raíz de trabajar un tiempo en los gobiernos "de izquierda" hube de replantearme muchas cosas. Lo cierto es que la decepción fue grande, pues no encontré mucha diferencia entre éstos y los otros partidos.
La relaciones sociales y amorosas, que para mí tenían reglas muy claras, fueron tornándose difíciles. Una tiene que arriesgarse a perder algunos amigos en el camino si se dedica a decir lo que piensa y siente, gajes del oficio de andar viva. Esto me sucedió hasta con familiares, algunos cercanos y queridos. Pero no por eso, quienes me conocen lo saben, soy amante de los riesgos.
Y por si fuera poco, vivo la dicotomía de amar naturaleza y tecnología al mismo tiempo. ¡Vaya lío!, ¿no creen? Así pues, esto de tratar de sobrevivir en este sistema y ser yo misma encuentra demasiadas dificultades. No se imaginan el lío que traigo dentro.
De ahí que haya tenido que ausentarme de muchos ámbitos en los cuales solía moverme como pez en el agua; la manía de decir lo que siento y pienso al público. Se me hace difícil hacerles perder el tiempo con tanta necedad. Hoy, más que nunca, la premisa del tiempo es oro tiene sentido. Y aunque tiempo es lo que me sobra, éste no me produce ni el dinero suficiente para mantener a su servilleta.
Todo este lío de encontrarme con nuevas formas de ser para mí en casi todos los ámbitos, comida incluida, no está nada fácil. Lo que antes era claro y sencillo para mí, ahora no es más que un revoltijo. Mi amor por los cerditos como ejemplo, mi gusto por los bovinos y cantidad de animales que para que es más que la verdad, son deliciosos. Quisiera que no fuesen tan adorables vivos. Así las cosas, hasta mi pasión por la carne ha sufrido mutaciones. No es que ya no me guste, pero ciertamente comerme a ciertos animalitos me produce mucha culpa. Súmenle además que mi estómago y riñones empiezan a protestar por el mal trato recibido. Resultado, he tenido que cambiar hasta mis hábitos alimenticios.
En cuanto a las relaciones amorosas ni se diga, después de diez años sin pareja me enredé en una relación, misma que me prometí sería distinta a todas las anteriores. Casi lo logro, pero la vida tiene un humor muy negro y me involucré con un hombre que es perfecto, excepto cuando no lo es. ¿Qué les digo? Las mutaciones son lo mío, así es que no es de sorprenderse el hecho de que ame a un bipolar (y no es metáfora), justo lo que yo necesito para entretenerme.
Ustedes pensarán que sufro por demasiadas cosas, no lo discuto, lo peor es que no lo sufro, porque después de vivir 57 años en este cambiante mundo, decidí tomármelo con calma y agradecer cada cambio o mutación que vivimos el mundo y su servilleta. ¿Cómo se los explico? Un optimismo y una fe ramplante en que todo se va a arreglar y si no, pues lo mejor que puedo hacer es disfrutar el proceso, me motiva a levantarme día a día y creer que así como el amanecer que transita de la oscuridad a la luz y del silencio al barullo mi vida encontrará en una de esas la estabilidad, ¿y por qué no? la felicidad.
Doy gracias por todo lo bueno que tengo, que no es poco, y trato de no hacer demasiado caso de todas las carencias, que tampoco lo son. ¿Qué le hacemos? Disfruto más que nunca de mis hijas, mi familia, mis amigas y amigos, mi compañero. No me angustio por mi condición constante de desempleada, finalmente mientras tenga arroz en la mesa y cigarros en la bolsa, sexo de vez en vez y salidas al parque y al museo, no me angustio tanto por la falta de dinero. Claro que me gustaría tenerlo como solía hacerlo, pero ahora sí que me consuelo con esa frase de "mal de muchos" sí, ya sé, "consuelo de tontos". ¿Qué le hacemos? ¡Conozco a tantas personas que viven situaciones similares y peores que la mía! Por eso me digo a diario: flaca, sonríe, no está perdido todo, en este mundo nada ni nadie es perfecto. Claro está que hay quien abusa del asunto, el ser humano es de lo peor, cada día hago berrinches por la misoginia, me lleno de tristeza por las guerras, me sorprendo de los grandes avances tecnológicos, disfruto de los videos de animalitos, conozco nuevas poetas que me impresionan, en fin que en mi vida hay de todo, como en botica (concepto que a las nuevas generaciones debe resultarles raro y les hará consultar el diccionario espero).
Y pues se me hace que ahí le corto pues ya debo tenerlos mareados de tanta mutación. Pero les prometo que regreso pronto. No se librarán de leer a la flaca y sus mutaciones físicas e intelectuales. Y como he notado que los usuarios de estos medios no suelen leer mucho, y no quisiera abusar de su tiempo, que para ustedes sí es oro, ahí le paro por lo pronto.
Para acabarla de amolar está todo este rollo de ser animalista, ahora que les ha dado por etiquetar cada una de las formas de ser, géneros, etapas, etcétera.
Y ahora sí, como en los cuentos, debo decir que todo empezó hace tiempo, a raíz de una serie de reflexiones gráficas que mi hija inició hace algunos años sobre la pornografía, fenómeno que como buena hija del patriarcado yo veía como normal.
Me puse a investigar sobre algo que yo veía como natural, y grande fue mi sorpresa al descubrir que puede llegar a ser tan nociva para el cerebro y para las relaciones como cualquier vicio, droga o enfermedad. De ahí pasé a cuestionar el trato que las mujeres recibimos en los medios y descubrí que las premisas del porno estaban por doquier en la manera de tratar a las mujeres. Mi malestar fue creciendo.
Otro tanto me pasó con la música y el idioma y muchos de los autores que antaño me encantaban fueron cayendo de mi gracia pues no soportaban un análisis de género. Nada se salvó; canciones, películas, series de TV, libros, todo está hecho en el más puro lenguaje patriarcal.
Fui modificando mis gustos en todo. Sabina ya no sonaba como el bohemio que conocía a las mujeres y sus reacciones a fondo, más bien como el misógino más grande que había escuchado. Woody Allen y su abuso sobre sus hijastras hizo que aunque su discurso como cineasta antes me encantara ahora me incomodara, nada más por poner un par de ejemplos.
Empecé a cuestionar desde memes en Internet hasta anuncios sobre sopa instantánea. Nada se salvó. Recáspita, diría Archie uno de mis primeros amores, pelirrojo que ejercía el patriarcado a ultranza desde los cómics que leía yo de niña.
Y como no soy mujer de medias tintas, obvio me fui en contra de lo que yo escribía. ¡Sorpresa! tampoco se salvaba. Por supuesto intenté cambiar mi discurso literario, y día a día se hizo más difícil para mi escribir desde mi nueva posición ideológica.
De verdad, no es tarea fácil la que emprendí conmigo. Bajo la visión de género pocas cosas se salvan, y el lenguaje es una de las principales armas del patriarcado. Súmenle a eso lo mucho que han cambiado ciertas cosas. Por ejemplo, en mi adolescencia, lo más natural era tener novios que te aventajaran diez o más años. A mis trece años, tener un novio diez años mayor, era considerado, al menos por mi familia, como que estaba madurando, por ejemplo. Y no recuerdo que mis amigos y amigas pusiesen objeción alguna a ese hecho.
Lo mismo me fue pasando con la política. Hasta hace unos años para mí era fácil encontrar en qué hemisferio político estaba, mi militancia en partidos lo facilitaba. Pero a raíz de trabajar un tiempo en los gobiernos "de izquierda" hube de replantearme muchas cosas. Lo cierto es que la decepción fue grande, pues no encontré mucha diferencia entre éstos y los otros partidos.
La relaciones sociales y amorosas, que para mí tenían reglas muy claras, fueron tornándose difíciles. Una tiene que arriesgarse a perder algunos amigos en el camino si se dedica a decir lo que piensa y siente, gajes del oficio de andar viva. Esto me sucedió hasta con familiares, algunos cercanos y queridos. Pero no por eso, quienes me conocen lo saben, soy amante de los riesgos.
Y por si fuera poco, vivo la dicotomía de amar naturaleza y tecnología al mismo tiempo. ¡Vaya lío!, ¿no creen? Así pues, esto de tratar de sobrevivir en este sistema y ser yo misma encuentra demasiadas dificultades. No se imaginan el lío que traigo dentro.
De ahí que haya tenido que ausentarme de muchos ámbitos en los cuales solía moverme como pez en el agua; la manía de decir lo que siento y pienso al público. Se me hace difícil hacerles perder el tiempo con tanta necedad. Hoy, más que nunca, la premisa del tiempo es oro tiene sentido. Y aunque tiempo es lo que me sobra, éste no me produce ni el dinero suficiente para mantener a su servilleta.
Todo este lío de encontrarme con nuevas formas de ser para mí en casi todos los ámbitos, comida incluida, no está nada fácil. Lo que antes era claro y sencillo para mí, ahora no es más que un revoltijo. Mi amor por los cerditos como ejemplo, mi gusto por los bovinos y cantidad de animales que para que es más que la verdad, son deliciosos. Quisiera que no fuesen tan adorables vivos. Así las cosas, hasta mi pasión por la carne ha sufrido mutaciones. No es que ya no me guste, pero ciertamente comerme a ciertos animalitos me produce mucha culpa. Súmenle además que mi estómago y riñones empiezan a protestar por el mal trato recibido. Resultado, he tenido que cambiar hasta mis hábitos alimenticios.
En cuanto a las relaciones amorosas ni se diga, después de diez años sin pareja me enredé en una relación, misma que me prometí sería distinta a todas las anteriores. Casi lo logro, pero la vida tiene un humor muy negro y me involucré con un hombre que es perfecto, excepto cuando no lo es. ¿Qué les digo? Las mutaciones son lo mío, así es que no es de sorprenderse el hecho de que ame a un bipolar (y no es metáfora), justo lo que yo necesito para entretenerme.
Ustedes pensarán que sufro por demasiadas cosas, no lo discuto, lo peor es que no lo sufro, porque después de vivir 57 años en este cambiante mundo, decidí tomármelo con calma y agradecer cada cambio o mutación que vivimos el mundo y su servilleta. ¿Cómo se los explico? Un optimismo y una fe ramplante en que todo se va a arreglar y si no, pues lo mejor que puedo hacer es disfrutar el proceso, me motiva a levantarme día a día y creer que así como el amanecer que transita de la oscuridad a la luz y del silencio al barullo mi vida encontrará en una de esas la estabilidad, ¿y por qué no? la felicidad.
Doy gracias por todo lo bueno que tengo, que no es poco, y trato de no hacer demasiado caso de todas las carencias, que tampoco lo son. ¿Qué le hacemos? Disfruto más que nunca de mis hijas, mi familia, mis amigas y amigos, mi compañero. No me angustio por mi condición constante de desempleada, finalmente mientras tenga arroz en la mesa y cigarros en la bolsa, sexo de vez en vez y salidas al parque y al museo, no me angustio tanto por la falta de dinero. Claro que me gustaría tenerlo como solía hacerlo, pero ahora sí que me consuelo con esa frase de "mal de muchos" sí, ya sé, "consuelo de tontos". ¿Qué le hacemos? ¡Conozco a tantas personas que viven situaciones similares y peores que la mía! Por eso me digo a diario: flaca, sonríe, no está perdido todo, en este mundo nada ni nadie es perfecto. Claro está que hay quien abusa del asunto, el ser humano es de lo peor, cada día hago berrinches por la misoginia, me lleno de tristeza por las guerras, me sorprendo de los grandes avances tecnológicos, disfruto de los videos de animalitos, conozco nuevas poetas que me impresionan, en fin que en mi vida hay de todo, como en botica (concepto que a las nuevas generaciones debe resultarles raro y les hará consultar el diccionario espero).
Y pues se me hace que ahí le corto pues ya debo tenerlos mareados de tanta mutación. Pero les prometo que regreso pronto. No se librarán de leer a la flaca y sus mutaciones físicas e intelectuales. Y como he notado que los usuarios de estos medios no suelen leer mucho, y no quisiera abusar de su tiempo, que para ustedes sí es oro, ahí le paro por lo pronto.