Día de los inocentes, y yo pretendiendo hacer mutantes en serio. Con el tiempo y a fuerza de verlo repetirse en otros, una termina por perder el estilo. Y es que lo que solía considerar el mío, lo perdí por completo en los últimos cinco años. Eso nos sucede a todos cuando intentamos encontrarle la cuadratura al círculo. Y vaya que yo lo intento, he hecho de eso mi sello.
Agoniza 2018, se lleva mucho de mí; ignoro si es bueno o malo. Depende de mí, en teoría, sin embargo cada día que pasa, veo que más y más cosas han dejado de hacerlo, así que lo dudo; no todo depende de una, por desgracia, por más que nos vendan y vendan esa historia.
Una vez más La Parca me dejó lecciones valiosas que he tardado en digerir; sé que eventualmente todo el dolor por las pérdidas pasa. Lo difícil es lidiar con el recuerdo día con día. El pasado no existe, dicen, pero hay que ver cómo marca. Cada día me levanto esperando ver a la Botitas saliendo a saludar. A cada paso el recuerdo de mi madre o de mi hermana Aura, me asaltan ante la menor frase, el color, el olor, el poema, en fin, miles de cosas que no dejan que se vayan. Extraño a Francisco y sus análisis psicóticos sobre la situación política, por ejemplo. Su eterno sarcasmo y su ternura. A Gabriel con su fuerza y debilidad, siempre presentes. A Ana con su inteligencia y obstinación, y así podría enumerar mil cosas. Con los años, los muertos se van mezclando con los vivos de una manera sorprendente. Por precaución, una aprende a despedirse constantemente de la gente, lo cual no lo hace más fácil, sólo ayuda a aceptar lo inevitable de ello.
Por otra parte este debería ser el año más gozoso para mí, el de la Cuarta Transformación. No imaginé vivir algo como eso, por más que desde los 19 años soñé con el evento, bueno, en principio soñé con el socialismo, pero esto que está pasando no creí poder verlo. Todavía cuando hablan de la oposición, me cuesta creer que esos, por el momento, no somos nosotros, sino el PRI, PAN y demás achichinclos.
Tengo miedo, confieso; el mismo que cuando una inicia una relación después de muchas decepciones, estoy dándole mi confianza a México y temo que éste me decepcione como lo ha hecho a menudo. Lo malo que como en las relaciones, si uno desconfía, es muy probable que le asista la razón, y yo estoy medio harta de la cornamenta que tengo que lucir además con gracia y más si es el destino de mi país lo que va de por medio. Sólo puedo sentir a partir de lo que yo he vivido, pues aunque digan que el pasado no existe, la historia sí, y ésta nos hace confiar o no, según cómo la hayamos conocido.
El estudio de la física y de la química, me hizo retomar las dudas existenciales de antaño, ¿qué tanto decidimos y qué tanto viene ya inscrito de nuestro proceder?
Somos átomos que vibran en círculos, que se ven atraídos por otros átomos que en ocasiones nos unen y a veces nos separan, dependiendo de la atracción o el rechazo que sientan entre sí de los mismos. Y nuestra órbita depende de nuestra vibración y de las uniones o rechazos que ésta nos provoque, a veces es el círculo exterior el que nos jala y otras el interior. Recordé que ir de lo micro a lo macro es, al parecer la perfección, entre más átomos se unen, más se perfeccionan los sistemas para organizarlos, todo esto per se; y una vez siendo humanos, reproducimos el ciclo, física y socialmente. Entre más nos unimos a otros más fuertes y perfectos somos, pero la unión depende de qué tipo de atracción nos una.
He aquí que he desarrollado un caparazón tremendo para poder lidiar con tanto choro que mi mente me tira a cada paso. Yo creí que con los años se volvía uno sabia. No sé los demás, pero a mí me pasa lo contrario. Dudo de todo, sobre todo de mí misma, ya no sé qué es genético y qué fui aprendiendo. Me resigno más que aceptarme, a cada paso me encuentro actitudes que deploro y no sé cómo cambiar. Luego pienso en lo difícil que será para el resto de la gente, sin embargo eso tampoco hace más sencillo mi proceso. Me digo entonces que mi labor es sólo pasarlo al papel para que perdure por lo menos en mi memoria, pues cada vez más, recuerdo todo.
Mi memoria ha mejorado notablemente con la prepa pero también ha traído un titipuchal de recuerdos. Mi vida entera se me revela constantemente, los recuerdos son nítidos, y sólo pienso en cómo llevarlos al papel cambiados, respetando su esencia y las lecciones que pudiesen darnos.
Termino así el año, recordando. La visita familiar tuvo ese efecto. Sin embargo mi situación requiere más de acción que de introyección, mal momento para ponerse cavilosa, hay que resolver muchas cosas. No tengo puta idea de cómo lo haré, quisiera dejar eso de “intento de” y cambiar mi Nick y lo que soy como se hace en las redes sociales, pero no es tan fácil. Me gustaría tener el arrojo y valor de las mujeres que me criaron. Cambiarme el nombre por uno que valga la pena, mi hermana Reyna lo hizo muchas veces. Y mi madre tampoco se llamaba Emma, así que unas por gusto y otras por necesidad cambiaron de nombre, otras en cambio retomamos el nombre de las anteriores. Hay quien me ha dicho: ¡Qué manía de ustedes de cambiarse la edad y el nombre! Habría que contar muchas cosas para explicarlo, la más de las veces me da flojera hablar del asunto y siento que es spoiler para mi biografía hacerlo. Por eso era importante para mí tener al menos una conversación seria con mis hermanas, las mayores, de quienes me separan casi 30 años de recuerdos.
En esta visita mi hermana Reynalda me recordó algo que tenía olvidado y que mi madre decía de mí, que era su hija de la vejez; lo mismo dijo Aura y no le creí, Aura siempre fue muy gentil conmigo, especialmente en estos últimos años, sólo me decía cosas lindas de mí, así que pensé que me lo decía para halagarme. Reynalda lo corroboró y conociendo a Emma, es un super halago. Pero esa es otra historia.
Conseguí el permiso de cada una para contar su historia, Aura hizo importantes correcciones a la suya, Reynalda corroboró que no eran mentiras las cosas que de ella se hablaban en familia. Ambas están de acuerdo en que se escriba. Me toca hacerlo, supongo, o al menos prefiero ser yo y no que sea alguien más quien la cuente. Hay dos propósitos que tengo este año: terminar de una vez por todas, mi biografía y reinventar mi personaje por completo para que esté a la altura de la misma.
Ignoro cómo será el nuevo personaje; quiero ponerle todo para ser la ganadora, hasta el momento va perdiendo y ya me reclamó de manera airada por ponerla en esa posición. Le choca, pero su eterna inmadurez y rebeldía la llevan a estar siempre en esas, no hay manera de evitar ciertas cosas, la química y la física nos lo enseñan; pero siempre nos quedan la geografía y la sociología para cambiarlo. Otra manera son las letras. Hay que escribir la historia, modificada para que otros la quieran leer, y aunque no la entiendan, la sientan, la hagan suya.
Y como esta ya se alargó mucho, me despido deseándonos lo mejor para el próximo año, de verdad que nos lo merecemos. Hemos vivido casi permanentemente en crisis; que por fin vivamos un lapso al menos sin ella; que podamos volver a creer, a tener principios y esperanza, que seamos todos más auténticos, más leales, sin corrompernos, sin dejar de señalar los errores, pero siendo amables con nosotros, como personas y como pueblo. Unirnos todos los que podamos y alejarnos los que debamos.
Gracias todos, especialmente a mi familia y a mis amigas que han sido un gran soporte para mí este año, espero liberarlas de ese peso el año que entra.
La vida es corta y misteriosa, nadie ha logrado resolver el misterio de para qué venimos. Cada quien debe encontrar su por qué y para qué, algunos optan por dejar que otros lo definan, no los critico, de hecho los envidio. En mi afán por decidir yo misma no estoy muy segura de haber hecho siempre lo correcto. Nada me garantiza ahora poder hacerlo. Por lo pronto, como siempre, haré el intento.
Feliz Año Nuevo
La Flaca de la Esquina
28 de diciembre de 2018
Prueba
ResponderEliminarprueba
ResponderEliminar