Aquí estoy sola, en casa,
recordándote, recordando tu risa, tu alegría y asombro por vivir, por todo,
recuerdo todo lo que de ti aprendí, y todo lo que me faltó por compartir
contigo. Escucho música y a cada nota se me vienen encima los recuerdos. 59
años de historia ligados íntimamente y a lo lejos siempre, se revuelven en mi
pecho y lloro. He temido tanto este momento, creí estar preparada pero no sé, a
cada paso encuentro cosas que me hubiese seguir compartiendo contigo.
Nos faltó tiempo flaca, no puedo
dejar de decirlo, tiempo para compartir los escritos, los poemas, las
canciones, la música, las historias personales, las visiones del mundo. Nos
faltó tiempo porque la vida es así, mala, fea, pese a todo lo bueno que ponemos
en ella, sigue, sigue y termina siempre dejándonos con este puto sabor de boca
que nos hace lamentar estar vivos con tanta pinche cosa por decir y no alcanzar
a decirlo todo, jamás.
Quiero recordarte como eras, pero
apenas puedo recordarte como yo te veía, que por supuesto no es lo mismo,
porque nuestro amor fue muy diferente de una hacia la otra, ninguno más
intenso, ninguno más bueno, amor de
hermanas siempre, amor como tú lo aprendiste y entendiste y como yo lo
aprendí y entendí. Pocas veces hablaba con la gente de ti. Sólo con Esther, a
veces, eres uno de esos recuerdos que una atesora porque sabe qué tan
importantes son y se niega a exponerlas al conocimiento y calificación del
resto de la gente. Porque no hay nada que juzgar, nada que calificar. Aura fue
una mujer de su época, una mujer que vivió y creció bajo los dictados de un
patriarcado feroz, que estuvo a punto de hacerla trizas y sin embargo ella tuvo
la fortaleza para cambiar las cosas a tiempo para ella y sus hijos, quienes quizá
no lo entiendan o quizá sí, pero que fueron leitmotiv para ella.
No he logrado ser la madre que
fuiste. El estándar estaba alto, aún para tu época, y tú lo pusiste todavía más
alto al final de tus días. Entre dos personas sensibles hay mucho que se dice y
mucho que se calla. Muchas cosas no dijimos, muchas las dijimos, no sé si todas.
Tu pequeño cuerpo contenía demasiados sueños, demasiados deseos incumplidos muchos
y cumplidos otros tantos. Tu salud se quebrantó demasiado con la muerte de
Rubí.
Las mujeres en mi familia hemos
sido mutantes todas, no es cuestión de escalas sociales, es cuestión de escalas
mentales, cada una de nosotros hemos estado por encima de la media, por pura
necesidad de sobrevivencia, porque aunque aprendimos de mala manera todo, lo
aprendimos e hicimos de lo vivido el incentivo para aprender más y amar cada
vez de manera más consciente y más respetuosa. Sin embargo, estoy muy molesta
conmigo por no poder respetar tus procesos.
Por un lado entiendo que hayas
dejado de luchar y te hayas entregado a la Parca, era mucho el peso de todo lo
vivido a lo largo de 77 años, demasiado para un cuerpecito delgado y frágil
como el tuyo. Poca cosa para una mujer fuerte como eras. Sin embargo, pues qué
más diera una que ser eterna. Como Ofelias, como las siemprevivas, que nos
gustaban tanto porque nos recordaba mutuamente a la jefa, la mujer más amada y
temida, más sufrida y gozada por ambas: Emma, nuestra madre.
Me enoja no ser capaz de aceptar
los dictados de la naturaleza, me rebelo ante los efectos de lo social en tu
cuerpo de mujer, que ofrendaste siete veces y quizá muchas más, lo ignoro, si
así fue te lo llevaste contigo a la tumba, pero ahora sé por ejemplo que mi
madre tenía sus secretillos al respecto. No estaba bien visto en la época que
se hablara de esas cosas frente a los niños. Además yo siempre viví en un mundo
muy ajeno, en mi realidad alterna. Sé que por más que Rubí, Alan y Omar
pusiesen su vida en ello, no podían revertir los efectos de tantos y tantos
años de trabajo, sufrimientos y trabajo, mucho trabajo, compromiso total con su
“deber ser” de la época. Mujer con mayúsculas reverenciales que es al fin lo
que Aura me provoca, reverenciarla.
Estoy furiosa contra la
naturaleza, contra Dios, si es que hay uno, estoy tan furiosa como la Violeta y
maldigo cada cosa con que me cruzo, y al mismo tiempo pienso en ti, en la
lección final que me diste en estos últimos tiempos. Y entonces agradezco a la
vida, que me permitió conocer a esta otra Aura, esta que quería
desesperadamente que la vida le diera un último chance, porque sentía que se lo
debía a sus hijos Alan y Omar que en sus últimos años, hicieron de todo y más
para que ella fuese feliz y gozara de salud. Cada quien a su estilo, ahí
estuvieron, cuidándola, consintiéndola, dándole todo lo que se merecía dentro
de las posibilidades de ambos. No tengo palabras para agradecer eso que
hicieron por ella. Pocas veces vi tal dedicación y entrega en un varón. Ella
formó cinco varones, todos muy fuertes, bien rudos. Ayer pude estar con ellos.
En fin que maldigo y bendigo y agradezco y me frustro porque quería más; y me
digo que el universo es perfecto y que ella seguramente estará en la misma
órbita que Rubí, mi sobrina, otra mujer de esas que me encantan, fuera de lo
establecido, que desafiaron todo y sin embargo se autolimitaron por cumplir con
un “deber ser” que a veces las mujeres nos ponemos como mantra.
Trato de consolarme pensando que
está con Emma y se pondrán al día. Pero sé que en donde verdaderamente están es
en nuestros corazones, en nuestros recuerdos. Aunque suene a eslogan. Y
entonces quiero escribir todos y cada uno de los recuerdos que de ella tengo.
Pero son tantos, y tan buenos y a veces tan tristes y otros me hacen enojar,
porque muchas cosas entendí a lo largo de mi vida, pero sigo pensando que fue
muy injusta con ellas, con mi madre y mis hermanas, con mis dos hermanos
también. Así que maldigo la muerte, maldigo la vida, y maldigo a la sociedad
que nos cobra tan caro todo a las mujeres, que tenemos que luchar y guerrear
para poder robarle un poquitito de felicidad. Y algunas, qué le vamos a hacer,
nos gusta ser felices, pese a todo, nos gusta reírnos, y burlarnos de los
inteligentes y de los necios, de los bobos y de los muy vivos.
Y a la vez bendigo y saludo el
momento en que me acogieron estas dos mujeres en su vida, una por elección,
otra por no tener más remedio, ambas porque poseían un espíritu enorme, una
sororidad que ellas desconocían, pero que me enseñaron a lo largo de mi vida
pues doy fe que ambas, Emma y Aura, podían no tener con qué comer, pero nunca
faltó un comensal en la mesa. Una persona cercana o lejana, como era el caso de
algunos personajes que desfilaron por nuestras vidas, algunos para bien, otros
para mal, qué se le va a hacer, si el mundo está lleno de seres humanos.
Y nuevamente me rebelo y digo, no
se vale, no puedo con ello. Cada vez me lastima más, es como si cada muerte
nueva se sumase a las anteriores y las agrandara y las juntara todas y las
tuviésemos que vivir una y mil veces.
¿Cuántas veces he de enterrar a
mi madre? Ayer tuve que decirle adiós a mi hermana, que fue mi modelo de madre,
la madre que hubiera querido para mí, en muchos sentidos. Pero entre ambas,
Aura y Emma me enseñaron el oficio . Me temo que no aprendí muy bien. O tal vez
son los tiempos modernos, que ya me rebasan un poquitín, que no entiendo y por
más que quiero a veces, no acepto, tal como debe haberles pasado a mis madres,
que tuvieron que someterse a todos estos cambios. Lo hicieron lo mejor que
pudieron. Y yo he tratado de hacer lo propio. Sin embargo, junto a la flaca, me
siento como aprendiz, neta.
Aura era una mujer disruptiva, a
su pesar, en su búsqueda de la felicidad y la verdad, como ella las entendía,
fue disruptiva con su tiempo, hizo las cosas siempre de frente, con valentía,
nunca fue hipócrita en lo importante, siempre hizo todo y aceptó las
consecuencias de sus actos con una valentía que a mí me apantalló desde niña. No
les tocó un mundo fácil. Nada era fácil para las mujeres de su época, y si a
eso le sumas la falta de estudios y de un patrimonio que las respaldara,
tuvieron que salir adelante como mejor entendieron. Las mujeres en mi familia
siempre han sido distintas al promedio, avanzadas para su época, inteligentes,
amorosas. Divertidas. El mejor legado que me dieron es la capacidad para reírse
de todo, para a través de la crítica mordaz a veces, jocosa otras, ir descifrando
y entendiendo el mundo.
Yo vi mutar a Aura, de ama de
casa sufrida y abnegada a mujer fatal, a filósofa, a mujer feliz, a mujer
desgraciadísima, por años, cuando perdió a su amada Rubí, a quien extrañamos
mucho todas y algunos de los varones de su familia, aquellos que entendieron y
perdonaron el lugar especial que Rubí tuvo en la vida de Aura. Conocí a esta
última Aura, más serena, preparándose para ir al encuentro con su hija. Luchó
mucho por su vida en los últimos años, tenía capacidad para aprender y conocer
cosas, y al final la Parca decidió por ella. Desde lo más profundo de mi, deseo
que no haya sido así, que tú hayas decidido cuándo ya. Me consuela un poco
pensar que eras capaz de eso y más. Me consuela que pude decirte cuánto te amo,
cuán importante fuiste y serás en mi vida.
Aura es de esas mujeres que no
hay libro que las aguante. Su historia es fascinante y divertida, triste y
trágica a veces, de lucha y de alegría otras. Una mujer que merece libro aparte.
Hoy sólo puedo hablar aquí de mi angustia. De lo mucho que me duele perderla,
de lo mucho que disfrutaré escribiéndola, recordándola. Llevar su nombre es
algo que me causaba placer y alegría, a ella no le gustaba, no por eso. Yo
seguiré siendo por siempre Aura, hermanija de Aura.
Trataré de pensar esta ausencia
tuya como en una de nuestras largas separaciones. Hemos de encontrarnos, no sé
si pronto o si pasen años. Mientras tanto aquí estaré, pensándote y amándote,
escribiéndote; te pongo junto a Emma, junto a Rubí, Flora, Ana, Alba, junto a
todas mis mujeres, vivas y finadas, amigas y familia, todas ellas han hecho de
mi lo que soy. Gracias. Pero qué gacho que te fuiste. Yo quería más. Soy
egoísta, qué le hacemos.
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