He dedicado largas horas de mi vida en reflexionar sobre el
sentido de las Normas en ella. Sí señoras y señores, leyeron bien, tampoco fue
error de su servilleta, no es por nada pero al menos en esa área pocas veces
los tengo, cuando mucho sufro tropezones de dedo.
Hablo de Norma, con mayúscula pues a lo largo de mi vida me
he dado en coleccionar Normas, lo cual tratándose de su servilleta es un hermoso contrasentido y una bella casualidad. Me resulta difícil categorizarlas, primero por mi
naturaleza caótica y después porque seguramente mentiría si lograse hacerlo.
¿Quién puede ser más importante que nadie? Bueno, he de
reconocer que en mi caso lo son todas, un poquitín más unas que otras pero nada
tiene que ver con ellas y su sustancia, así que no se me ofendan si son de las
recientes adquisiciones fraternales, no es la calidad sino el tiempo de
conocernos y seguramente me faltaría tiempo para nombrar a muchas otras que no aparecen en este texto de manera explícita.
Pero les tengo que platicar que hay varias Normas todos los
días en mi vida, platicamos, reímos, arreglamos el mundo...
Una de ellas es una
mujer enorme, alegre, solidaria, tierna, y por si fuera poco inteligente, muy
inteligente. Está al otro lado del mundo pero eso no le ha impedido nunca, en
los últimos 15 años, estar para mí siempre, en mil sentidos pero sobre todo cuando la necesito (dado que hablamos casi a diario, excepto cuando anda recorriendo el mundo, y ni así, siempre recibo un correo, una tarjeta, algo; es inevitable que se entere de casi todo de mi) es siempre la primera en enterarse de mis triunfos e infortunios.
A su lado va mi otra Norma, una chica que conocí cuando yo
era Banda, así que me enamoré primero de su ex, después de su hija, luego la
conocí y me enamoré de su belleza; morenaza de ojos claros, que en eso se
parece a otra de mis Normas (sospecho que eso también es norma en mi), Norma Banda, a quien conocí realmente 30 años
después del primer enamoramiento, entonces supe cómo pensaba y cómo vivía y me enamoré de nuevo, esta vez de su cerebro).
Esa Norma, cambió mi vida por completo. De
entrada me la salvó, que ya es decir mucho porque usualmente el enemigo soy yo
pero ése no era el caso. Ella me salvó de la muerte y no es metáfora ni alucine
mío, sabe bien de qué hablo y cuánto se lo agradezco. Desde entonces todo
lo que me enseñó los años posteriores al fatal suceso por el cual comencé
a tratarla, me acompaña en cada uno de mis actos, en cada sesuda reflexión que
acerca de sí misma hace su servilleta día a día. Si eso no es vivir con Normas, dígame usted qué lo es.
Está también Norma Islas, a quien me parece increíble no conocer
en persona, es una de mis amigas del FB, tengo varias. Mujeres que no conozco personalmente en vivo ni en directo pero estimo como a hermanas. En sus muros de FB, y el mío, sus publicaciones y likes me he
identificado, me han hecho reír, me han apoyado cuando estoy triste, han hecho
que me sienta orgullosa de mi misma y por ellas agradezco al Dios del FB (cuyo nombre debiese citar pero quienes me conocen saben que por norma nunca me acuerdo) que
haya creado este controvertido medio.
Y como otra de mis normas (dudo sobre si usar mayúsculas reverenciales) es no aburrir en exceso
al prójimo, pues termino este texto expresando una vez más mi agradecimiento y respeto por las Normas. Porque las otras normas, n'omás me las paso por el
forro.