Hoy les voy a hablar de una guerrera mexica, fuerte como pocas, tiene en su haber muchas batallas, de las cuales ha salido siempre victoriosa, no sin heridas, pero éstas siempre se adquieren cuando se es guerrero, múltiples cicatrices en su mente, alma y cuerpo dan fe de ello. No por eso, siempre ha luchado, sin importar si los vientos son favorables o no. Ha ganado muchas batallas, otras, las perdió, más no por eso.
Hace unos días, tuvo un sueño, soñó que todos estaban unidos en su lucha por hacer de éste un mejor mundo, un mundo nuevo, sin tanta injusticia, sin tanto dolor para ella y todo su pueblo. Un mundo en el cual la solidaridad, la justicia, el amor al prójimo fuesen realidades y no sueños. Cuando se despertó lloró al verse sola y comprobar que tan sólo había sido exactamente eso: un sueño.
Una tremenda tristeza se apoderó de ella, quiso dejar de vivir, dejar de luchar, pensó que la vida no tenía sentido, que todas las luchas libradas no habían valido la pena y quiso morirse.
Sin embargo, antes de hacerlo pensó en despedirse de su familia y sus amigos y habló con ellos. La casualidad, el destino, los dioses, el azar, la metafísica o lo que haya sido, la hizo reencontrarse con gente que hacía mucho no había visto, habló con sus hijas, con varios de sus amigos y entonces sucedió el milagro.
Fueron tantas las muestras de solidaridad, amor y respeto que tuvo que se fue avergonzando de su intento. Comprendió que como a casi todos nos pasa, o nos ha pasado, añoraba algo que ha tenido siempre ahí a su alrededor, esperando sólo el momento en el cual ella pudiese verlo, y que ha sido su fuerza, su más grande tesoro: amor, familia, amigos, solidaridad.
Es increíble cómo transitamos todos sin darnos cuenta de lo que realmente somos y tenemos. Necesitamos tocar fondo para comprenderlo.
A mí me tocó esta semana y déjenme decirles que estoy más que sorprendida y total y profundamente agradecida.
Han sido una revelación completa, no, no fue un sueño, estoy rodeada de gente que cree en lo que yo creo, ahora sé que tarde o temprano vamos a lograr todos lo que queremos, porque no estamos solos, compartimos sueños y luchas, no encuentro las letras para decir todo lo que siento.
Gracias hijas, gracias Normita, Mónica, Héctor, Gina, Julio, Eduardo, Eleazar, Elvia, Lety, Paty, y Francisco, y muchos otros. Gracias a mi familia y a todos mis amigos, por ser quienes son, por enseñarme tanto, por levantarme cuando estoy en el hoyo más profundo, por devolverme la fe, la esperanza, la fuerza siempre que lo necesito.
Los amo a todos. Trataré de no decepcionarlos. Ya estoy de pie de nuevo, lista para librar las batallas que siguen, sé que no estoy sola, no quepo en mi de gozo. Como siempre, voy con todo. Carajo, ¿cómo no ser feliz con todo lo que yo tengo?
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