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viernes, 28 de diciembre de 2018

One more time, cerrando círculos

Día de los inocentes, y yo pretendiendo hacer mutantes en serio. Con el tiempo y a fuerza de verlo repetirse en otros, una termina por perder el estilo. Y es que lo que solía considerar el mío, lo perdí por completo en los últimos cinco años. Eso nos sucede a todos cuando intentamos encontrarle la cuadratura al círculo. Y vaya que yo lo intento, he hecho de eso mi sello.

Agoniza 2018, se lleva mucho de mí; ignoro si es bueno o malo. Depende de mí, en teoría, sin embargo cada día que pasa, veo que más y más cosas han dejado de hacerlo, así que lo dudo; no todo depende de una, por desgracia, por más que nos vendan y vendan esa historia.

Una vez más La Parca me dejó lecciones valiosas que he tardado en digerir; sé que eventualmente todo el dolor por las pérdidas pasa. Lo difícil es lidiar con el recuerdo día con día. El pasado no existe, dicen, pero hay que ver cómo marca. Cada día me levanto esperando ver a la Botitas saliendo a saludar. A cada paso el recuerdo de mi madre o de mi hermana Aura, me asaltan ante la menor frase, el color, el olor, el poema, en fin, miles de cosas que no dejan que se vayan. Extraño a Francisco y sus análisis psicóticos sobre la situación política, por ejemplo. Su eterno sarcasmo y su ternura. A Gabriel con su fuerza y debilidad, siempre presentes. A Ana con su inteligencia y obstinación, y así podría enumerar mil cosas. Con los años, los muertos se van mezclando con los vivos de una manera sorprendente. Por precaución, una aprende a despedirse constantemente de la gente, lo cual no lo hace más fácil, sólo ayuda a aceptar lo inevitable de ello.

Por otra parte este debería ser el año más gozoso para mí, el de la Cuarta Transformación. No imaginé vivir algo como eso, por más que desde los 19 años soñé con el evento, bueno, en principio soñé con el socialismo, pero esto que está pasando no creí poder verlo. Todavía cuando hablan de la oposición, me cuesta creer que esos, por el momento, no somos nosotros, sino el PRI, PAN y demás achichinclos.
Tengo miedo, confieso; el mismo que cuando una inicia una relación después de muchas decepciones, estoy dándole mi confianza a México y temo que éste me decepcione como lo ha hecho a menudo. Lo malo que como en las relaciones, si uno desconfía, es muy probable que le asista la razón, y yo estoy medio harta de la cornamenta que tengo que lucir además con gracia y más si es el destino de mi país lo que va de por medio. Sólo puedo sentir a partir de lo que yo he vivido, pues aunque digan que el pasado no existe, la historia sí, y ésta nos hace confiar o no, según cómo la hayamos conocido.

El estudio de la física y de la química, me hizo retomar las dudas existenciales de antaño, ¿qué tanto decidimos y qué tanto viene ya inscrito de nuestro proceder? 

Somos átomos que vibran en círculos, que se ven atraídos por otros átomos que en ocasiones nos unen y a veces nos separan, dependiendo de la atracción o el rechazo que sientan entre sí de los mismos. Y nuestra órbita depende de nuestra vibración y de las uniones o rechazos que ésta nos provoque, a veces es el círculo exterior el que nos jala y otras el interior. Recordé que ir de lo micro a lo macro es, al parecer la perfección, entre más átomos se unen, más se perfeccionan los sistemas para organizarlos, todo esto per se; y una vez siendo humanos, reproducimos el ciclo, física y socialmente. Entre más nos unimos a otros más fuertes y perfectos somos, pero la unión depende de qué tipo de atracción nos una.

He aquí que he desarrollado un caparazón tremendo para poder lidiar con tanto choro que mi mente me tira a cada paso. Yo creí que con los años se volvía uno sabia. No sé los demás, pero a mí me pasa lo contrario. Dudo de todo, sobre todo de mí misma, ya no sé qué es genético y qué fui aprendiendo. Me resigno más que aceptarme, a cada paso me encuentro actitudes que deploro y no sé cómo cambiar. Luego pienso en lo difícil que será para el resto de la gente, sin embargo eso tampoco hace más sencillo mi proceso. Me digo entonces que mi labor es sólo pasarlo al papel para que perdure por lo menos en mi memoria, pues cada vez más, recuerdo todo.

Mi memoria ha mejorado notablemente con la prepa pero también ha traído un titipuchal de recuerdos. Mi vida entera se me revela constantemente, los recuerdos son nítidos, y sólo pienso en cómo llevarlos al papel cambiados, respetando su esencia y las lecciones que pudiesen darnos.

Termino así el año, recordando. La visita familiar tuvo ese efecto. Sin embargo mi situación requiere más de acción que de introyección, mal momento para ponerse cavilosa, hay que resolver muchas cosas. No tengo puta idea de cómo lo haré, quisiera dejar eso de “intento de” y cambiar mi Nick y lo que soy como se hace en las redes sociales, pero no es tan fácil. Me gustaría tener el arrojo y valor de las mujeres que me criaron. Cambiarme el nombre por uno que valga la pena, mi hermana Reyna lo hizo muchas veces. Y mi madre tampoco se llamaba Emma, así que unas por gusto y otras por necesidad cambiaron de nombre, otras en cambio retomamos el nombre de las anteriores. Hay quien me ha dicho: ¡Qué manía de ustedes de cambiarse la edad y el nombre! Habría que contar muchas cosas para explicarlo, la más de las veces me da flojera hablar del asunto y siento que es spoiler para mi biografía hacerlo. Por eso era importante para mí tener al menos una conversación seria con mis hermanas, las mayores, de quienes me separan casi 30 años de recuerdos. 

En esta visita mi hermana Reynalda me recordó algo que tenía olvidado y que mi madre decía de mí, que era su hija de la vejez; lo mismo dijo Aura y no le creí, Aura siempre fue muy gentil conmigo, especialmente en estos últimos años, sólo me decía cosas lindas de mí, así que pensé que me lo decía para halagarme. Reynalda lo corroboró y conociendo a Emma, es un super halago. Pero esa es otra historia.

Conseguí el permiso de cada una para contar su historia, Aura hizo importantes correcciones a la suya, Reynalda corroboró que no eran mentiras las cosas que de ella se hablaban en familia. Ambas están de acuerdo en que se escriba. Me toca hacerlo, supongo, o al menos prefiero ser yo y no que sea alguien más quien la cuente. Hay dos propósitos que tengo este año: terminar de una vez por todas, mi biografía y reinventar mi personaje por completo para que esté a la altura de la misma.

Ignoro cómo será el nuevo personaje; quiero ponerle todo para ser la ganadora, hasta el momento va perdiendo y ya me reclamó de manera airada por ponerla en esa posición. Le choca, pero su eterna inmadurez y rebeldía la llevan a estar siempre en esas, no hay manera de evitar ciertas cosas, la química y la física nos lo enseñan; pero siempre nos quedan la geografía y la sociología para cambiarlo. Otra manera son las letras. Hay que escribir la historia, modificada para que otros la quieran leer, y aunque no la entiendan, la sientan, la hagan suya.

Y como esta ya se alargó mucho, me despido deseándonos lo mejor para el próximo año, de verdad que nos lo merecemos. Hemos vivido casi permanentemente en crisis; que por fin vivamos un lapso al menos sin ella; que podamos volver a creer, a tener principios y esperanza, que seamos todos más auténticos, más leales, sin corrompernos, sin dejar de señalar los errores, pero siendo amables con nosotros, como personas y como pueblo. Unirnos todos los que podamos y alejarnos los que debamos. 

Gracias todos, especialmente a mi familia y a mis amigas que han sido un gran soporte para mí este año, espero liberarlas de ese peso el año que entra. 

La vida es corta y misteriosa, nadie ha logrado resolver el misterio de para qué venimos. Cada quien debe encontrar su por qué y para qué, algunos optan por dejar que otros lo definan, no los critico, de hecho los envidio. En mi afán por decidir yo misma no estoy muy segura de haber hecho siempre lo correcto. Nada me garantiza ahora poder hacerlo. Por lo pronto, como siempre, haré el intento.

Feliz Año Nuevo

La Flaca de la Esquina
28 de diciembre de 2018

sábado, 4 de agosto de 2018

Mutante de mutantes


Aquí estoy sola, en casa, recordándote, recordando tu risa, tu alegría y asombro por vivir, por todo, recuerdo todo lo que de ti aprendí, y todo lo que me faltó por compartir contigo. Escucho música y a cada nota se me vienen encima los recuerdos. 59 años de historia ligados íntimamente y a lo lejos siempre, se revuelven en mi pecho y lloro. He temido tanto este momento, creí estar preparada pero no sé, a cada paso encuentro cosas que me hubiese seguir compartiendo contigo.
Nos faltó tiempo flaca, no puedo dejar de decirlo, tiempo para compartir los escritos, los poemas, las canciones, la música, las historias personales, las visiones del mundo. Nos faltó tiempo porque la vida es así, mala, fea, pese a todo lo bueno que ponemos en ella, sigue, sigue y termina siempre dejándonos con este puto sabor de boca que nos hace lamentar estar vivos con tanta pinche cosa por decir y no alcanzar a decirlo todo, jamás.
Quiero recordarte como eras, pero apenas puedo recordarte como yo te veía, que por supuesto no es lo mismo, porque nuestro amor fue muy diferente de una hacia la otra, ninguno más intenso, ninguno más bueno, amor de  hermanas siempre, amor como tú lo aprendiste y entendiste y como yo lo aprendí y entendí. Pocas veces hablaba con la gente de ti. Sólo con Esther, a veces, eres uno de esos recuerdos que una atesora porque sabe qué tan importantes son y se niega a exponerlas al conocimiento y calificación del resto de la gente. Porque no hay nada que juzgar, nada que calificar. Aura fue una mujer de su época, una mujer que vivió y creció bajo los dictados de un patriarcado feroz, que estuvo a punto de hacerla trizas y sin embargo ella tuvo la fortaleza para cambiar las cosas a tiempo para ella y sus hijos, quienes quizá no lo entiendan o quizá sí, pero que fueron leitmotiv para ella.
No he logrado ser la madre que fuiste. El estándar estaba alto, aún para tu época, y tú lo pusiste todavía más alto al final de tus días. Entre dos personas sensibles hay mucho que se dice y mucho que se calla. Muchas cosas no dijimos, muchas las dijimos, no sé si todas. Tu pequeño cuerpo contenía demasiados sueños, demasiados deseos incumplidos muchos y cumplidos otros tantos. Tu salud se quebrantó demasiado con la muerte de Rubí.
Las mujeres en mi familia hemos sido mutantes todas, no es cuestión de escalas sociales, es cuestión de escalas mentales, cada una de nosotros hemos estado por encima de la media, por pura necesidad de sobrevivencia, porque aunque aprendimos de mala manera todo, lo aprendimos e hicimos de lo vivido el incentivo para aprender más y amar cada vez de manera más consciente y más respetuosa. Sin embargo, estoy muy molesta conmigo por no poder respetar tus procesos.
Por un lado entiendo que hayas dejado de luchar y te hayas entregado a la Parca, era mucho el peso de todo lo vivido a lo largo de 77 años, demasiado para un cuerpecito delgado y frágil como el tuyo. Poca cosa para una mujer fuerte como eras. Sin embargo, pues qué más diera una que ser eterna. Como Ofelias, como las siemprevivas, que nos gustaban tanto porque nos recordaba mutuamente a la jefa, la mujer más amada y temida, más sufrida y gozada por ambas: Emma, nuestra madre.
Me enoja no ser capaz de aceptar los dictados de la naturaleza, me rebelo ante los efectos de lo social en tu cuerpo de mujer, que ofrendaste siete veces y quizá muchas más, lo ignoro, si así fue te lo llevaste contigo a la tumba, pero ahora sé por ejemplo que mi madre tenía sus secretillos al respecto. No estaba bien visto en la época que se hablara de esas cosas frente a los niños. Además yo siempre viví en un mundo muy ajeno, en mi realidad alterna. Sé que por más que Rubí, Alan y Omar pusiesen su vida en ello, no podían revertir los efectos de tantos y tantos años de trabajo, sufrimientos y trabajo, mucho trabajo, compromiso total con su “deber ser” de la época. Mujer con mayúsculas reverenciales que es al fin lo que Aura me provoca, reverenciarla.
Estoy furiosa contra la naturaleza, contra Dios, si es que hay uno, estoy tan furiosa como la Violeta y maldigo cada cosa con que me cruzo, y al mismo tiempo pienso en ti, en la lección final que me diste en estos últimos tiempos. Y entonces agradezco a la vida, que me permitió conocer a esta otra Aura, esta que quería desesperadamente que la vida le diera un último chance, porque sentía que se lo debía a sus hijos Alan y Omar que en sus últimos años, hicieron de todo y más para que ella fuese feliz y gozara de salud. Cada quien a su estilo, ahí estuvieron, cuidándola, consintiéndola, dándole todo lo que se merecía dentro de las posibilidades de ambos. No tengo palabras para agradecer eso que hicieron por ella. Pocas veces vi tal dedicación y entrega en un varón. Ella formó cinco varones, todos muy fuertes, bien rudos. Ayer pude estar con ellos. En fin que maldigo y bendigo y agradezco y me frustro porque quería más; y me digo que el universo es perfecto y que ella seguramente estará en la misma órbita que Rubí, mi sobrina, otra mujer de esas que me encantan, fuera de lo establecido, que desafiaron todo y sin embargo se autolimitaron por cumplir con un “deber ser” que a veces las mujeres nos ponemos como mantra.
Trato de consolarme pensando que está con Emma y se pondrán al día. Pero sé que en donde verdaderamente están es en nuestros corazones, en nuestros recuerdos. Aunque suene a eslogan. Y entonces quiero escribir todos y cada uno de los recuerdos que de ella tengo. Pero son tantos, y tan buenos y a veces tan tristes y otros me hacen enojar, porque muchas cosas entendí a lo largo de mi vida, pero sigo pensando que fue muy injusta con ellas, con mi madre y mis hermanas, con mis dos hermanos también. Así que maldigo la muerte, maldigo la vida, y maldigo a la sociedad que nos cobra tan caro todo a las mujeres, que tenemos que luchar y guerrear para poder robarle un poquitito de felicidad. Y algunas, qué le vamos a hacer, nos gusta ser felices, pese a todo, nos gusta reírnos, y burlarnos de los inteligentes y de los necios, de los bobos y de los muy vivos.
Y a la vez bendigo y saludo el momento en que me acogieron estas dos mujeres en su vida, una por elección, otra por no tener más remedio, ambas porque poseían un espíritu enorme, una sororidad que ellas desconocían, pero que me enseñaron a lo largo de mi vida pues doy fe que ambas, Emma y Aura, podían no tener con qué comer, pero nunca faltó un comensal en la mesa. Una persona cercana o lejana, como era el caso de algunos personajes que desfilaron por nuestras vidas, algunos para bien, otros para mal, qué se le va a hacer, si el mundo está lleno de seres humanos.
Y nuevamente me rebelo y digo, no se vale, no puedo con ello. Cada vez me lastima más, es como si cada muerte nueva se sumase a las anteriores y las agrandara y las juntara todas y las tuviésemos que vivir una y mil veces.
¿Cuántas veces he de enterrar a mi madre? Ayer tuve que decirle adiós a mi hermana, que fue mi modelo de madre, la madre que hubiera querido para mí, en muchos sentidos. Pero entre ambas, Aura y Emma me enseñaron el oficio . Me temo que no aprendí muy bien. O tal vez son los tiempos modernos, que ya me rebasan un poquitín, que no entiendo y por más que quiero a veces, no acepto, tal como debe haberles pasado a mis madres, que tuvieron que someterse a todos estos cambios. Lo hicieron lo mejor que pudieron. Y yo he tratado de hacer lo propio. Sin embargo, junto a la flaca, me siento como aprendiz, neta.
Aura era una mujer disruptiva, a su pesar, en su búsqueda de la felicidad y la verdad, como ella las entendía, fue disruptiva con su tiempo, hizo las cosas siempre de frente, con valentía, nunca fue hipócrita en lo importante, siempre hizo todo y aceptó las consecuencias de sus actos con una valentía que a mí me apantalló desde niña. No les tocó un mundo fácil. Nada era fácil para las mujeres de su época, y si a eso le sumas la falta de estudios y de un patrimonio que las respaldara, tuvieron que salir adelante como mejor entendieron. Las mujeres en mi familia siempre han sido distintas al promedio, avanzadas para su época, inteligentes, amorosas. Divertidas. El mejor legado que me dieron es la capacidad para reírse de todo, para a través de la crítica mordaz a veces, jocosa otras, ir descifrando y entendiendo el mundo.
Yo vi mutar a Aura, de ama de casa sufrida y abnegada a mujer fatal, a filósofa, a mujer feliz, a mujer desgraciadísima, por años, cuando perdió a su amada Rubí, a quien extrañamos mucho todas y algunos de los varones de su familia, aquellos que entendieron y perdonaron el lugar especial que Rubí tuvo en la vida de Aura. Conocí a esta última Aura, más serena, preparándose para ir al encuentro con su hija. Luchó mucho por su vida en los últimos años, tenía capacidad para aprender y conocer cosas, y al final la Parca decidió por ella. Desde lo más profundo de mi, deseo que no haya sido así, que tú hayas decidido cuándo ya. Me consuela un poco pensar que eras capaz de eso y más. Me consuela que pude decirte cuánto te amo, cuán importante fuiste y serás en mi vida.
Aura es de esas mujeres que no hay libro que las aguante. Su historia es fascinante y divertida, triste y trágica a veces, de lucha y de alegría otras. Una mujer que merece libro aparte. Hoy sólo puedo hablar aquí de mi angustia. De lo mucho que me duele perderla, de lo mucho que disfrutaré escribiéndola, recordándola. Llevar su nombre es algo que me causaba placer y alegría, a ella no le gustaba, no por eso. Yo seguiré siendo por siempre Aura, hermanija de Aura.
Trataré de pensar esta ausencia tuya como en una de nuestras largas separaciones. Hemos de encontrarnos, no sé si pronto o si pasen años. Mientras tanto aquí estaré, pensándote y amándote, escribiéndote; te pongo junto a Emma, junto a Rubí, Flora, Ana, Alba, junto a todas mis mujeres, vivas y finadas, amigas y familia, todas ellas han hecho de mi lo que soy. Gracias. Pero qué gacho que te fuiste. Yo quería más. Soy egoísta, qué le hacemos.