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martes, 3 de marzo de 2020

Y aquí están como cada año, los idus de marzo


Otro marzo lleno de vientos nuevos, remolinos surcan la ciudad y limpian su cielo al tiempo que alborotan el polvo del suelo, mezcla de cemento, mierda, tierra, y cuanto desecho se le ocurra a sus habitantes.

Escucho a Strauss y a la vez que pienso en tu aniversario luctuoso pienso en el hoy, en lo revuelto que está todo.
A veces creo que me gustaría que estuvieras aquí, sana, sonriente, aunque ya serías viejita, y eso como que no te latía mucho. A mí tampoco me gusta la idea de vivir  hasta la ancianidad pero el problema es que también tengo todavía ganas de hacer algunas cosas, para lo cual necesito al menos diez años. 
Tus dos hijos, ¿están contigo? ¿Hay algo más? Tengo la sensación de que nada. No creo que fuesen tan gachos de no venirnos a decir si hubiesen encontrado algo. Sabes que soy mujer de poca fe. No por eso. Me puedo alegrar con lo que tengo.
Estarías contenta, tanto como yo, de ver a tu hija favorita, la mayor; está echa una matrona, se ve hermosa y saludable como nunca. Sigue durmiendo mucho e igual de despistada que siempre, sus hijas, nietas y nietos son muy amorosos y la procuran. Me encanta. 

Algunas cosas no han sido fáciles para ellas, pero las han enfrentado unidas como familia. Son un ejemplo de trabajo y amor fraternal y filial, al menos hasta donde pude observar la última vez que convivimos.
Mi hermana del alma, como siempre, la más sana de todas, se la pasa trabajando, cuidando perros y gatos y pendiente a distancia de su familia. 

De tu hijo varón mejor no te platico. Tan mala cabeza y sin evolucionar como siempre. Te seguiría dando problemas, mejor ni te cuento.

Yo, aquí, en la década de los sesenta, viendo a mis hijas, ahora sí, independizarse. Pronto seré abuela, mi hija mayor dará a luz un varón. Soy muy feliz al respecto. No veo la hora de ver sus ojos, su boca y sus pies. 
Entretanto el país es un despiporre má, no tengo idea de en qué acabará todo. Por fortuna, además de la rebeldía me diste la poesía, la música y la necedad de ser feliz, en ellas me refugio, y de vez en cuando me uno a otras mujeres y lucho, a nuestra particular manera. Tengo pocas amigas, transgresoras casi todas, locas, como tu hija, como tus nietas, como seguramente lo será Emiliano.
Hay mucho viento este principio de marzo. Quiero pensar que se está llevando todo lo malo.
Mi hija la menor cumple este año treinta, yo sesenta y uno, ambas estamos desempleadas, vivimos de milagros y solidaridad de conocidos, porque a veces ni siquiera son tan cercanos, bueno, yo vendo café, creo que te he platicado.
Todo bien querida mía, te pienso, le echo todas las ganas que puedo, contra viento y marea, pero te extraño, también a mis hermanos, a mis muertos. 
Te confieso que cada vez son más borrosos los recuerdos. Recuerdo trozos, retazos, emociones, y casi todo bueno; sé que hubo mucho malo, puedo recordarte triste o preocupada muy a menudo, sin embargo opto por recordarte risueña, mordaz, pícara. 
Me pregunto cómo me recordarán mis hijas. Todavía puedo hacer algo para que lo hagan de forma positiva. No sé cómo ma', pero siento que me lo debo, que te lo debo, que se los debo a las cachorras que hace rato dejaron de serlo.
Como siempre ando en la búsqueda, pero esta vez no es de religión, ni de ideología, ni de partido, es más particular, más de buscar y cambiar un montón de cosas en mí. Cada día encuentro algo nuevo que no he logrado cambiar. Algo que me aleja de mis anhelos de justicia y equidad. 

No por eso ma', le echo ganas, sigo aprendiendo, de mis amigas, de mis lecturas, de observar, de escuchar. Todavía me cuesta trabajo no juzgar, pero voy evolucionando poco a poco. Creo que estarías orgullosa. A ratos soy feliz y lo disfruto, sé que no es eterna la sensación así que me aferro a ella.





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