Fue la noche de los encuerados de Tunick, bueno, la anterior, para ser más exacta. Yo no sé si en realidad de pronto los astros se conjuguen y hagan de ciertas noches y días, noches mágicas o al menos, extrañas.La cita era en la casa de La Negra, en Tlalpan. Ahí tomaríamos y fumaríamos para tomar valor e ir a encuerarnos todos juntos al zócalo. Sería acaso por eso la sensación que nos embargó, acaso deba hablar en primera persona, desde el principio. No era una fiesta como las otras, aprovecharíamos para festejar a Mariana, Alejandra y Matilde, inseparable trío de mujeronas que cumplían un número incierto de años, si alguien lo sabía, nadie lo mencionaba así que preferí no indagar mucho. En esas dichosas fiestas yo suelo disfrazarme de mueble, de cenicero, de cualquier cosa, la misión es escuchar y ver a la gente actuar naturalmente. Cada uno tan natural como la droga que se mete le permite.Así pues llegamos a casa de La Negra y la concurrencia era mucha. Nosotras habíamos fumado un poco de mota antes de salir. La casa olía a alcohol, en su parte frontal, a mota en el jardín trasero y a coca en los baños y habitaciones. Había buen ambiente cuando llegamos. Mi amiga se perdió entre la gente como acostumbraba, llegábamos a las fiestas y me dejaba por mi cuenta, yo procuraba hacerme invisible y observaba a la concurrencia pensando que sin duda había material para una novela. Pero a fuerza de repetirse durante dos años la experiencia había visto pocas variantes en la forma de relacionarse, de este grupo, al menos.Ahí estaba Charly, quien sería el héroe de la noche, una noche muy fría. Yo no tenía intención alguna de encuerarme, acompañaría al grupo a encuerarse y lo esperaría hasta donde me dejasen llegar. Se supone que estaban sobrados de gente, la convocatoria había sido triplicada o algo así. Así que íbamos a ver si había chance de que mis amigos salieran en la foto. Pero el ambiente era de tal euforia como si ya hubiese sucedido. Será que después de más de 10 años de conocerse el grupo por primera vez iba a ver a los demás en pelotas, y lo que es peor, los iban a ver los otros.Charly llegó con su cuaderno, se instaló en una mesa con una botella y a la hora ya estaba borrachísimo, tirado sobre su cuaderno y su pluma. Me pareció que no iba a ser posible que él reseñara esa fiesta; así que afiné las orejas y el olfato a ver qué me deparaba la noche. Un tipo en medio de la sala se despedía de todos. La gente lo abrazaba y él se quedaba parado esperando al siguiente que se despidiera de él.Era una gran noche, no me cabe la menor duda. Las cumpleañeras habían tenido amplio debate sobre si hacer la fiesta temática pero como no hubo acuerdo sobre el tema, lo de Tunik vino al dedillo.Mi amiga Mercedes sale de un cuarto muy sonriente en compañía de un hombre alto y medio gordo, ella parece muy feliz. Los dos ríen y platican animadamente. Me dirigí al jardín de donde proviene el olor a mota. Corre el toque mientras cada quien baila consigo mismo.Regresé a la casa pues hace demasiado frío. Ni madres que me encuero con este frío. Ni loca. Se me hace que estos tampoco tienen mucha intención de ir. Están metiéndose tantas cosas juntas, que amanecerán exhaustos. Me pongo a bailar. La ola de coca se siente en el ambiente, mi amiga está besándose con el individuo que según yo, acaba de conocer, evito acercarme. Fluyo con el ambiente. Regreso a la sala y ahí está el tipo del cual todos se despiden, la actitud confusa, todos lo ven y se despiden y él no acaba de irse. Creo que más que irse el pobre tipo llegaba y alguien se despidió de él y todos empezaron a despedirse. Pero es que su actitud decía ya me voy. Evidentemente se daba cuenta de la confusión y adoptó realmente la actitud de irse. Menudo lío para él.Yo vagando sin rumbo por la fiesta, intentando entretenerme en las conversaciones, en calidad de fantasma. Todos están excitadísimos con la foto. A mí no deja de inquietarme. No voy a poder. Total, nadie va a obligarme a nada, eso es cierto.Charly sigue ahogado en la mesa. A un lado su pluma fuente y su libreta de piel. De pronto, se despierta y mira alrededor y como que entiende que esto es una fiesta y va directamente con el disck jock y le exige que ponga a Metálica, entiendo por las señas, pues no estoy muy cerca, observo a lo lejos divertida.A ratos se siente que decae el ánimo, es la ola verde, que sigue a la ola blanca, la ola blanca los prende, los ves salir de los cuartos felices, con ese falso optimismo y sensación de poder de la coca. Todos bailan, toman, fuman, y cuando empiezan a sentir que bajan, que es por cierto muy pronto, la euforia les dura a lo sumo 40 minutos (les tomé el tiempo), van y fuman mota algunos, comen, otros, y en una hora y media máximo están de nuevo en los baños o en los cuartos metiéndose otra dosis de optimismo. Por supuesto el alcohol no falta, la mayoría además bebe alcohol. No me extraña estar perdiendo tantos amigos, estas generaciones sólo son felices en el exceso.Poco a poco la banda grifa y la banda de cocos se separan, la grifa escucha música y platican tirados por cualquier parte, los cocos discuten animadamente cualquier tema, a ratos todos bailan. Es como si hubiese dos fiestas. La música es el motivo de discordia. Charly, quien por cierto es de la banda alcohólica, está empeñado en escuchar no sé qué. Y decide tomar el sonido por asalto. Lo mandan por un tubo y de nuevo a la mesa a intentar escribir su frustración y beber otro tanto de alcohol. A la media hora está de nueva cuenta muerto sobre la libreta.El que se iba no se ha ido, sigue ahí, con cara de “ya casi me voy”, esperando que alguien más le dé un abrazo, aunque sólo lo notan cuando van a salir o cuando llegan. Se le ve ya cómodo en su papel. Su actitud me roba el corazón.Ya es bastante tarde, mi amiga sale del cuarto con otro chico muy sonriente. Atrás los sigue el gordito con quien se ha besado la noche entera. Demasiada coca, pienso. Debería llamar un taxi e irme a mi casa. Lo bueno es que no traemos auto, pensamos que no habría dónde estacionarlo en el centro. Este nuevo galán no es mucho mejor que el otro, chaparrito, simplón. Bueno, mis gustos nunca han coincidido con los de ella, por fortuna.Todas las pláticas que escucho son medio incoherentes, algunas son discusiones abiertas, los temas, todos, no falta ninguno desde economía a ciencia, pasando por todas las artes, a decir verdad, no encajo muy bien en ninguna. A ratos la música les gana y todos corean la rola en el sonido. Charly hace una visita a un cuarto y sale rejuvenecido. Vuelve a la carga con la música. Ya son las 4:30. Ya teníamos que habernos ido.Cuando estaba a punto de marcharme, Mercedes me pide la acompañe a bailar con sus amigos. No entiendo nada, pero muero por ver el desenlace. ¿Qué más puedo hacer? Podría negarme, pero la verdad en mi casa no estaría tan divertida resulta hasta interesante, antes de irnos hacen otra visita al cuarto los tres.Entretanto Charly se ha encuerado en protesta por la música. Ahí está en plena sala, desnudo, muerto de frío, protestando porque no le dejan oír a Metálica, me recuerda a otro amigo que hacía igual pancho para poner a Police hace muchos años. Muero de la risa. Nadie parece darse por aludido del hecho de que esté desnudo, aquí es ser y dejar ser. Me gusta la actitud. Pronto Charly se da cuenta que pescará una gripa y nadie va a pelarlo. Se empieza a vestir y corea una canción que suena en el aparato de sonido. Regresa a su libreta y su botella. Aquí no ha pasado nada.Vámonos me dice mi amiga. ¿Siempre no vamos a ir a lo de Tunik? ¿Qué no tienes suficiente con el Charly, ¿quieres ir a ver más traseros gordos? Pues tú estabas dispuesta al principio. (Y si a mí me toca el desdeñado veré traseros gordos de cualquier modo). Subimos a su camioneta. Una vez en ella me arrepiento de la decisión tomada, pero como siempre, es más mi curiosidad por ver qué sigue.Fuimos a bailar a unos antrillos raros, y digo raros porque se ve que eran locales pensados para ambulantes organizados de alguna manera y se convirtieron en esta serie de pseudo antros para bailar. Está lleno de gente entre 20 y 40 años de todo tipo, pues cada local tiene un tipo distinto de música, en uno hay salsa, otro rock, otro cumbia, uno de banda. Un fracaso total esta ida a bailar, nunca antes disfruté tan poco una salida de este tipo. Me dediqué a esquivar escuincles, que andaban de farra y decidieron que iban a ligarme, mi amiga retomó al gordito un rato y luego nos fuimos hacia la casa de ellos.De regreso a la camioneta sacaron nuevamente coca y yo me molesté, les pedí que esperaran al menos a llegar a la casa. ¿Cuál es la prisa? No quiero que nos vaya a detener una patrulla (ya no estoy para estas emociones, pienso). De cualquier modo el galán de mi amiga maneja demasiado rápido para mi gusto. Llegamos en un santiamén de Tlalpan a las Águilas.Una casa muy bonita de esas antiguas, arreglada con muy buen gusto, se nota la presencia de una mujer en detalles, sólo una. No sé cómo lo sé pero lo sé. Uno de estos dos galanes tiene vieja.Seguimos bailando y sacan más coca. Yo los observo fumando un gallo mientras ellos beben. Mi amiga y su galán se meten a una recámara. El galán desdeñado me hace la plática, sin escucharme mucho. Más bien está atento a los ruidos que salen de la habitación de su amigo. Yo me harto y le pido dormir. Me enseña un cuarto donde hay una cama y me pregunta si quiero dormir sola, me da un ataque de risa, le agradezco ofrecerse a dormir conmigo y lo despido. Me meto vestida en la cama. Por hoy, nada de desnudos.Apenas vi salir el sol, me levanté e intenté salir de la casa a hurtadillas. Pero no lo logré, la puerta tenía mil y un cerraduras. Me sentí poseída de una enorme furia, el aire me faltaba y sin dudarlo empecé a gritarle a Mercedes que despierte y me abra, ya no podía seguir ahí ni un segundo. Acuden a mis gritos los tres en pelotas. Salgo de ahí al borde de la histeria.Cuando llegué al Zócalo, ya todo había ocurrido, me perdí de todo, sólo encontré a la gente eufórica alguna, silenciosa otra, que había participado en lo de Tunick. De los de la fiesta no encontré a nadie, obviamente se la habían perdido, ojalá sus noches hayan terminado mejor que la mía y los desnudos menos odiosos que los que tuve que soportar esa noche. Y es que hay de desnudos a desnudos, no cabe la menor duda.