Ahí estamos, mi esposo, mi hermana, mi cuñado, que era un palillo
comparado al hombresote que hoy es. Estabamos chavititos, éramos los dueños del
mundo, de la noche, del futuro, de nuestras vidas, que peleamos a nuestros
padres como fieras. Los cabellos largos, los cerebros analíticos, los tímidos,
los necios, generación nacida a principios de los 60 casi todos, precoces eso
sí, sin duda. Teniendo hijos, casándonos, enamorándonos, peleándonos,
emborrachándo-nos, riéndonos juntos.
¿Te acuerdas que ensayábamos los
pasos de baile antes de ir a la fiesta? No puedo imaginar una época más
motivada y motivadora para su servilleta. No sé en qué nos convertimos cada
uno, ni siquiera me importa mucho, ahí estamos, sonriendo, compartiendo un
momento en mil novecientos ochenta y tantos… imagino que 82, a juzgar por la
foto de mi boda por la iglesia, que está detrás de la hermana de mi ex.
Seguramente mi hija mayor dormía, fue
ella la que nos acabó de unir para siempre a mi hermana y a mí. El Güero,
siempre solidario, enseñándonos otro mundo, un mundo raro, extraño, ajeno. Qué
bueno que lo conocimos y conocimos a toda su banda.
Ni hablar hermana, usted me recuerda riendo, yo la recuerdo siempre sorprendida y admirada por las necedades de mis amigos, quienes se vestían de decentes pero eran unos lumpen cuando se les daba la gana.
*Texto dedicado a Esther, mi hermana.
Me encantan tus escritos.
ResponderEliminarJusto tengo visitas preparatoranias mientras leo esto, es increíble cómo cambiamos, recuerdo esa frase de Mafalda ya sabes la de que hay que apurarse a cambiar el mundo, antes de que el sea el que nos cambie. Bueno, creo que tu generación cambió el mundo en gran medida, pero tb sufrió los cambios que éste le sprovocó, a nosotros nos ha cambiado mas el mundo de lo que nosotros a el. Pero aun así, creo que esa época, la de la adolescencia (tardía o no) siempre nos marca, y por suerte, también se cura.