Esa mañana, a Juan le extrañó no encontrar a Susana en su
cama. Se levantó y buscó a su esposa por toda la casa. Bajó a buscar a Pedro
pero éste tampoco estaba en su cuarto. Habrán ido a comprar algo, pensó y se
metió a bañar. No notó el papel doblado bajo la lámpara que estaba
sobre el buró de la recámara. Pero en la tarde que regresó a casa a la hora de
comer y su esposa aún no regresaba empezó a pensar que algo andaba mal y
recordó el papel doblado bajo la lámpara.
Había
traído a Lalo, su mejor amigo invitado a comer de manera que trató de no
mostrarse demasiado preocupado por la ausencia de su esposa quien por cierto ni
comida había dejado hecha, quizá debió llamarla para avisarle que venía con
David. Le sirvió a su amigo una copa y se fue al cuarto para ver qué decía la
carta.
Cuando
salió del cuarto estaba lívido y sus ojos centelleaban. Lalo que lo conocía
bien, de inmediato le preguntó.
--¿Qué
pasa? ¿Algo anda mal?
--Malditos.
Me la pagarán. Si creen que pueden burlarse así de mí, están equivocados.
--¿Quiénes?
¿De qué hablas?
Juan sirvió un trago y se lo
bebió de un solo sorbo. Se derrumbó después sobre uno de los asientos. Le dio
la carta a Lalo y se soltó a llorar cual niño. Lalo leyó el contenido de la carta
y le sirvió otro trago a su amigo.
--Vamos Juan, no es para
ponerse así. Mujeres hay muchas y a ti no se te dificulta en lo más mínimo
conseguirlas. No es para ponerse así.
--Tres años llevábamos juntos,
estaba esperando a que cumpliera 18 para pedirle que nos casáramos. Habíamos
sido felices, yo la amaba, la cuidaba, no entiendo nada.
--No hay mucho que entender
Juan, recuerda que trajiste a Susana a la fuerza a vivir contigo.
--No fue a la fuerza, me la
robé, es cierto, pero en los pueblos así se estila. Sus padres nunca hubiesen
consentido en que la cortejara.
--Pero si la misma noche que la
viste te la llevaste con amenazas a tu casa.
--Pero ella aprendió a amarme,
estoy seguro, no había mejor ama de casa en todo Salina Cruz, mi madre estaba
asombrada de la rapidez con que aprendía, y nunca me negó nada en la alcoba. Yo
fui quien últimamente me ocupé demasiado y ya casi ni la buscaba, pero no era
falta de amor, fue a causa de la campaña. Sin embargo ella seguía haciendo todo
como siempre, no noté nada.
--Quizá no debiste golpearla,
Susana era distinta, no le gustaba, eso podía verlo cualquiera.
--Pues me importa un pito, los
buscaré y la mataré, primero a ella y luego a él, de mí nadie se burla y menos
una escuincla, mira que cambiarme por un idiota como ese. Si yo mismo le puse a
Pedro para que la cuidara, jamás imaginé que la muy puta...
--Vamos, tomémoslo con calma,
recuerda que estás en campaña y un escándalo ahorita no conviene. Lo bueno es
que somos pocos quienes sabemos que vivía contigo. Te pasaste amigo, creo que
tenerla cuatro años encerrada fue demasiado, nadie aguanta no ver más que a
tres personas. Ya sé que tú le dabas todo, que la amabas, pero entiende, cuatro
años viendo sólo a tres personas. A mí me daba un poco de pena una mujer tan hermosa
y encerrada.
--Mi error fue depositar mi
confianza en Pedro, pero él también había dicho que era yo su hermano. Las
viejas ya sé que son traidoras, pero los jotos, se supone que son muy leales,
era en lo que yo confiaba. Ella hasta se puso al brinco cuando le dije que él
la cuidaría, decía odiar a los maricas. Y ya ves, ni marica ni nada, yo mismo
le traje el amante a casa.