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jueves, 20 de diciembre de 2012

Susana


Esa mañana, a Juan le extrañó no encontrar a Susana en su cama. Se levantó y buscó a su esposa por toda la casa. Bajó a buscar a Pedro pero éste tampoco estaba en su cuarto. Habrán ido a comprar algo, pensó y se metió a bañar. No notó el papel doblado bajo la lámpara que estaba sobre el buró de la recámara. Pero en la tarde que regresó a casa a la hora de comer y su esposa aún no regresaba empezó a pensar que algo andaba mal y recordó el papel doblado bajo la lámpara.
Había traído a Lalo, su mejor amigo invitado a comer de manera que trató de no mostrarse demasiado preocupado por la ausencia de su esposa quien por cierto ni comida había dejado hecha, quizá debió llamarla para avisarle que venía con David. Le sirvió a su amigo una copa y se fue al cuarto para ver qué decía la carta.
Cuando salió del cuarto estaba lívido y sus ojos centelleaban. Lalo que lo conocía bien, de inmediato le preguntó.
--¿Qué pasa? ¿Algo anda mal?
--Malditos. Me la pagarán. Si creen que pueden burlarse así de mí, están equivocados.
--¿Quiénes? ¿De qué hablas?
Juan sirvió un trago y se lo bebió de un solo sorbo. Se derrumbó después sobre uno de los asientos. Le dio la carta a Lalo y se soltó a llorar cual niño. Lalo leyó el contenido de la carta y le sirvió otro trago a su amigo.
--Vamos Juan, no es para ponerse así. Mujeres hay muchas y a ti no se te dificulta en lo más mínimo conseguirlas. No es para ponerse así.
--Tres años llevábamos juntos, estaba esperando a que cumpliera 18 para pedirle que nos casáramos. Habíamos sido felices, yo la amaba, la cuidaba, no entiendo nada.
--No hay mucho que entender Juan, recuerda que trajiste a Susana a la fuerza a vivir contigo.
--No fue a la fuerza, me la robé, es cierto, pero en los pueblos así se estila. Sus padres nunca hubiesen consentido en que la cortejara.
--Pero si la misma noche que la viste te la llevaste con amenazas a tu casa.
--Pero ella aprendió a amarme, estoy seguro, no había mejor ama de casa en todo Salina Cruz, mi madre estaba asombrada de la rapidez con que aprendía, y nunca me negó nada en la alcoba. Yo fui quien últimamente me ocupé demasiado y ya casi ni la buscaba, pero no era falta de amor, fue a causa de la campaña. Sin embargo ella seguía haciendo todo como siempre, no noté nada.
--Quizá no debiste golpearla, Susana era distinta, no le gustaba, eso podía verlo cualquiera.
--Pues me importa un pito, los buscaré y la mataré, primero a ella y luego a él, de mí nadie se burla y menos una escuincla, mira que cambiarme por un idiota como ese. Si yo mismo le puse a Pedro para que la cuidara, jamás imaginé que la muy puta...
--Vamos, tomémoslo con calma, recuerda que estás en campaña y un escándalo ahorita no conviene. Lo bueno es que somos pocos quienes sabemos que vivía contigo. Te pasaste amigo, creo que tenerla cuatro años encerrada fue demasiado, nadie aguanta no ver más que a tres personas. Ya sé que tú le dabas todo, que la amabas, pero entiende, cuatro años viendo sólo a tres personas. A mí me daba un poco de pena una mujer tan hermosa y encerrada.
--Mi error fue depositar mi confianza en Pedro, pero él también había dicho que era yo su hermano. Las viejas ya sé que son traidoras, pero los jotos, se supone que son muy leales, era en lo que yo confiaba. Ella hasta se puso al brinco cuando le dije que él la cuidaría, decía odiar a los maricas. Y ya ves, ni marica ni nada, yo mismo le traje el amante a casa.

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