Aquí están de nuevo, son ellos, tal vez sus hijos o sus nietos, o ellos reencarnados en los mismos de siempre, los que nos enseñaron que la educación es mucho más que lápices y libros. Ya desde 1958 (en realidad el movimiento empezó en el 56 y finalizó en los 60), un poquito antes de que yo naciera, ellos andaban de mitoteros. Vaya que los he admirado siempre.
Y es que a su servilleta le tocó vivir los cuatro años más cruciales de su vida en la provincia y ahí conocí a mis adoradas maestras rurales, Lupita y Lidya. Ambas viajaban dos horas diarias de su casa a la escuela para darnos clases. Eran jóvenes, alegres y hermosas, y me llenaron de amor y conocimientos de primer a tercer año de primaria.
Ya en el DF conocí a otro tipo de maestro, de esos que mejor ni hablar. Para mi fortuna en la secundaria tuve magníficos maestros. De algunos no recuerdo ni el nombre pero sí cuál fue el valor que me inculcaron, más que la materia.
Como la menor de las hijas de una familia de seis, de niña y de joven me fue más fácil relacionarme con gente mucho mayor que yo, disfrutaba mucho de escuchar historias y procuraba sacárselas a todo aquel que conocía, mis maestras nunca fueron la excepción, así es que cuando en los 90 el magisterio salió a la calle por supuesto que me uní a sus marchas, iba a visitarlos a los plantones con el papá de mi hija, les llevábamos algo de comer, agua, dinero, pero más que nada nos gustaba quedarnos a escucharlos, a platicar con ellos, a aprender de su lucha.
Recuerdo de ese movimiento sus consignas, en especial las de los contingentes de educadoras, eran creativas, ocurrentes, novedosas. Hicimos un periodiquito que se llamaba Escuela por escuela". Fue un gran momento en mi vida.
Una vez más están aquí, los medios se han dedicado a lincharlos, la gente está irritada porque "les entorpecen el paso" o "no dejan hacer su chamba a los de la Cámara", que de buenas a primeras resultan los más trabajadores del planeta. Nadie se preocupa por ir y hablar con ellos, por saber qué quieren en realidad, sólo repiten las pendejadas que los medios vomitan día a día. Allá ellos...
Hoy vi a un joven amigo irse feliz al aeropuerto a acompañarlos, la verdad me dieron ganas de irme con él, no hay nada como el movimiento, es la adrenalina más bella que conozco. Dejar de ser tú para ser todos.
Me ha tocado vivir mil desgracias nacionales, y también me ha tocado protestar contra muchas de ellas, ahí he estado, años y años, enamorada del movimiento, nunca de las personas, siempre de las masas, es algo raro, es algo hermoso.
Es por eso que creo entendí la necesidad de mi compañero de ir y estar ahí y cargarse la pila.
En fin queridos maestros, nuevamente agradezco la lección. ¡Hacía tanto que no me sentía tan contenta!, ¡Una de cal por las que van de arena! BIEN POR USTEDES. Aquí están y ahí vamos.
NI UN PASO ATRÁS. Muchos mexicanos que sí tenemos memoria los apoyamos.
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