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sábado, 25 de enero de 2014

De normas y Normas

He dedicado largas horas de mi vida en reflexionar sobre el sentido de las Normas en ella. Sí señoras y señores, leyeron bien, tampoco fue error de su servilleta, no es por nada pero al menos en esa área pocas veces los tengo, cuando mucho sufro tropezones de dedo.
Hablo de Norma, con mayúscula pues a lo largo de mi vida me he dado en coleccionar Normas, lo cual tratándose de su servilleta es un hermoso contrasentido y una bella casualidad. Me resulta difícil categorizarlas, primero por mi naturaleza caótica y después porque seguramente mentiría si lograse hacerlo.
¿Quién puede ser más importante que nadie? Bueno, he de reconocer que en mi caso lo son todas, un poquitín más unas que otras pero nada tiene que ver con ellas y su sustancia, así que no se me ofendan si son de las recientes adquisiciones fraternales, no es la calidad sino el tiempo de conocernos y seguramente me faltaría tiempo para nombrar a muchas otras que no aparecen en este texto de manera explícita.
Pero les tengo que platicar que hay varias Normas todos los días en mi vida, platicamos, reímos, arreglamos el mundo...
Una de ellas es una mujer enorme, alegre, solidaria, tierna, y por si fuera poco inteligente, muy inteligente. Está al otro lado del mundo pero eso no le ha impedido nunca, en los últimos 15 años, estar para mí siempre, en mil sentidos pero sobre todo cuando la necesito (dado que hablamos casi a diario, excepto cuando anda recorriendo el mundo, y ni así, siempre recibo un correo, una tarjeta, algo; es inevitable que se entere de casi todo de mi) es siempre la primera en enterarse de mis triunfos e infortunios.
A su lado va mi otra Norma, una chica que conocí cuando yo era Banda, así que me enamoré primero de su ex, después de su hija, luego la conocí y me enamoré de su belleza; morenaza de ojos claros, que en eso se parece a otra de mis Normas (sospecho que eso también es norma en mi), Norma Banda, a quien conocí realmente 30 años después del primer enamoramiento, entonces supe cómo pensaba y cómo vivía y me enamoré de nuevo, esta vez de su cerebro).
Esa Norma, cambió mi vida por completo. De entrada me la salvó, que ya es decir mucho porque usualmente el enemigo soy yo pero ése no era el caso. Ella me salvó de la muerte y no es metáfora ni alucine mío, sabe bien de qué hablo y cuánto se lo agradezco. Desde entonces todo lo que me enseñó los años posteriores al fatal suceso por el cual comencé a tratarla, me acompaña en cada uno de mis actos, en cada sesuda reflexión que acerca de sí misma hace su servilleta día a día. Si eso no es vivir con Normas, dígame usted qué lo es.
Está también Norma Islas, a quien me parece increíble no conocer en persona, es una de mis amigas del FB, tengo varias. Mujeres que no conozco personalmente en vivo ni en directo pero estimo como a hermanas. En sus muros de FB, y el mío, sus publicaciones y likes me he identificado, me han hecho reír, me han apoyado cuando estoy triste, han hecho que me sienta orgullosa de mi misma y por ellas agradezco al Dios del FB (cuyo nombre debiese citar pero quienes me conocen saben que por norma nunca me acuerdo) que haya creado este controvertido medio.

Y como otra de mis normas (dudo sobre si usar mayúsculas reverenciales) es no aburrir en exceso al prójimo, pues termino este texto expresando una vez más mi agradecimiento y respeto por las Normas. Porque las otras normas, n'omás me las paso por el forro.



1 comentario:

  1. Aura la de los ojos bellos, la de sonrisas amplias que llenan los espacios y rompen los silencios, la Banda ciertamente tiene por Norma dar las gracias y una gran reverencia por esa capacidad de embellecer con su letra lo cotidiano.

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