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martes, 29 de abril de 2014

De amores mutantes y amores eternos

Ayer, fue lunes de encuentros y reencuentros, de verdades verdaderas, según mi opinión, por lo menos de cómo me veo y me ven los otros. Sin duda son complicadas las relaciones humanas.
La familia y la amistad. Dos temas que en mi vida han sido, cruciales. Y es que la naturaleza me concedió la gracia de poderme relacionar íntima y profundamente con ciertos humanos, más allá del género, condición social y físico, la verdad es que me rodeó de gente bella, en la más pura interpretación de la palabra..
Ya sé que a veces me azoto y me encabrono contra el ser humano, pero no por eso, hay que ver cómo me gusta, como amo a esos seres que enriquecen mi saber día a día, que me están constantemente asombrando, sorprendiendo, alegrando, entristeciendo.
No es por dárselos a desear pero tengo gran cantidad de cuatas y “cuadernos doble raya”, así como mi amigocho Témoris, y eso es lindo. Ya sé que yo no le he dado la vuelta al mundo, ni he publicado en periódicos importantes, ni nada de eso, pero tengo un grupo de amigos, algunos de ellos desde hace más de treinta años, lo cual habla de lo generosa que ha sido la vida conmigo.
Y como si es la flaca y no es mutante, éste no es un texto, ahí les va la primera mutación del lunes.
Y es que dejara de ser lunes, es el día con el que más he luchado en toda mi vida. No sé si hay otras vidas, no sé si hay un Karma, no tengo puta idea de cómo chingaos funciona este pinche universo por más que trato de leer y aprender, el chiste está en que pa’ su servilleta el lunes siempre resulta uno de los días más sensibles. No se crean, he dedicado sesiones de sesuda reflexión respecto a mis lunes. Algo pasa siempre que me sacude y saca a la flaca filosófica, a la triste, a la apasionada, la canchonda o a cualquier otra mutación que esté sufriendo.
Y hoy quiero sacar a la flaca niña, con la cual estoy chambeando, les voy a platicar de un encuentro que tuve en el cual me vi obligada a revalorizar y resumir en unas dos horas una gran parte de mi vida y mi familia, en especial de mis hermanos.
Yo me enamoré por primera vez a los tres años, pero a diferencia de la mayor parte de las niñas que se enamoran de su padre, en mi vida estaba Alfredo, mi Pillo, mi manito, el primer hombre que amé con locura.
No están para saberlo ni yo para contarlo pero he andado de viaje entre los amores viejos y pasados, y pues eso ha hecho que me detenga un poco en los amores eternos, de los cuales, yo tengo colección, por cierto.
Mi infancia transcurrió en un mundo femenino, rodeada de mujeres, todas ellas de pelo en pecho, mujeres impresionantes, guerreras, sobrevivientes, amorosas, solidarias y neuróticas la mayor parte de ellas. Mis hermanas mayores son, cada una, dignas de una novela completa, llevaron vidas impresionantes, por ejemplo.
En ese mundo femenino estaba Alfredo, mi contacto con el mundo masculino. Alfredo me cuidó, protegió, alimentó y me hizo reventarme de risa, miedo y enojo de los cuatro a los cuarenta y tantos años. Siempre que hubo algo lindo y sobresaliente acerca de mi familia, ahí estaba en el centro de un modo u otro Alfredo, siempre que hubo algo trágico y doloroso, lo mismo.
Alfredo es sin duda mi primer amor eterno, el más puro y fiel que he profesado, es y ha sido el hombre más amado por su servilleta, a nadie le debo tanto como a él, a nadie le he perdonado tantas cosas, no hay una persona en este mundo a la cual yo pueda desearle más cosas buenas. Lo amo desde niña y lo voy a amar cuando se haya ido. Con sus virtudes, con sus errores, por ellos, a pesar de ellos, a causa de ellos. Nunca habrá un hombre tan admirado y amado para mí. Aprovecho ésta para decírselo, aunque sé que ni siquiera la va a leer.
Y ese amor por Alfredo me llevó a otros, el amor por la mujer con la cual desayuné ayer por ejemplo; educadora, madre de tres hermosos varones, el menor de ellos de la edad de mi hija Ámbar. Otro de los amores eternos que tengo, de las mujeres de pelo en pecho que he tratado, de las que me enseñaron cómo ser mujer y cómo no serlo. Compartimos hombre mucho tiempo. Recorrimos juntas el divertido y a la vez aciago camino de amar a Alfredo.
Sobreviviente a uno de esos amores que matan, porque hay que ver cómo Alfredo era experto en ese tipo de amores, Olivia crió a mis tres sobrinos, sola, sin más apoyo que el de su madre, que es otra de esas mujeronas de fin del siglo pasado que me formaron y enseñaron el arte de sobrevivir dignamente en este mundo enfermo.
Olivia me enseñó los valores más hermosos que tengo, la lealtad, la constancia, la perseverancia, la capacidad de cambiar, de aceptar y transformar al mundo. Las ganas de sonreír pese a todo, de luchar, de no darse por vencida. Olivia es uno de los mejores ejemplos de mujer que he tenido. La amo profundamente, la admiro mucho, pese a que somos totalmente distintas en forma de pensar, ser, entender la vida, el amor nos unió para siempre. Para quienes dicen que no se casa uno con la familia. A veces sí, por fortuna. Al menos yo amo profundamente a las esposas y uno que otro esposo de mis hermanos y hermanas y por ende a sus hijos. Una mujer que ha tenido el valor de enfrentarse a la verdad y sonreírle, de perdonar las cosas más espeluznantes que yo haya imaginado. Es una de esas amigas mías de toda la vida, la conocí cuando ella tenía 14 años, es más, creo que fui a sus 15 años.
Y aquí nueva mutación hacia los nuevos amores. Una nunca termina de aprender, ni modo.
Ayer también estuve con dos nuevos amigos y les presenté a un viejo amigo mío. Uno que puede dar fe de que si yo digo por siempre, lo cumplo, hay varios y varias de ellos: Gilda, Blanca, Libertad, Elvia, Laura, Myrna, Beatriz, Laura, Las Moreno, Javiera, Norma Norma, Norma Banda, Ruth, Mónica, Azucena y Magda son algunas de las mujeres que también pueden dar fe de ello, los hombres no los menciono porque son rete celosos, ellos y sus compañeras, pero saben de quién hablo.
Nueva mutación, una materna a la hora de la comida. Mi hija, otro de mis amores eternos, el más sufrido de todos, el que me mata día a día, al que no puedo ayudar por más que quiero, a quien no encuentro la ruta para acercarme por más que lo intento. No soy monedita de oro como diría el ídolo de uno de mis nuevos amigos, pero me cae que si te lo digo, es por siempre: “I mean eat”. Nomás no logro encontrar el camino con ella. Pero no por eso, la amo igual que amé a Alfredo y al resto de mis amores eternos, nomás que al cuadrado, así que me resigno. Viene cargada de virtudes y defectos, como todos, ¿apoco yo no? Por desgracia no, tengo muchos, muchísimos. Pero si te digo que te quiero, créeme, es para siempre, porque sé amar con defectos, virtudes y todo lo bueno y malo que los seres humanos cargamos, neurosis incluidas, y te lo digo Juan para que me entiendas Pedro, es la intención de la presente.
Y para no aburrirlos más con mis disquisiciones pendejas, me despido. No sé si alguien lea ésta, es una de esas mutantes personales, perdón, pero a veces me da por ponerme a hacer streap tease emocionales.

Las quiero a todas y todos, no dejen de leerme, no sean gachos, ya sé que no hablo de nada profundo, sólo de seres humanos que viven algunos y sobreviven otros. Más no por eso. Humanos, los quiero pese a todo, no me dejen sola, se los ruego, en este momento los necesito mucho.

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