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miércoles, 3 de septiembre de 2014

Mejor imposible


Va a hacer falta un buen otoño, tras un verano tan largo     Silvio Rodríguez

Todo se me evapora. Mi vida entera, mis recuerdos, mi imaginación y lo que contiene, mi personalidad, todo se me evapora. Continuamente siento que he sido otro, que he sentido otro, que he pensado otro. Aquello a lo que asisto es un espectáculo con otro escenario. Y aquello a lo que asisto soy yo.       
Fernando Pessoa 


Va mutante de fin de temporada, regreso a clases, adiós al verano, bienvenida al otoño. Es que así es la cosa, muchos lo verán como darse por  vencida, yo lo veo distinto, aprovechar lo que la experiencia te ha enseñado.
Llegó septiembre y no necesito escuchar el informe para saber que será septiembre negro, como ya se va haciendo costumbre año con año en éste, nuestro México. No habría forma en que La Flaca de la esquina fuese la excepción. Retomemos pues la chamba, ya estuvo de andar de viaje.
Y no me refiero a Cuetzalan, donde estuve recientemente, que sin duda eso de andar cerca del cielo tiene sus bemoles, hay que ponerse ancla si no cree una que anda volando. Me la he pasado viajando, contándome historias de prosperidad y esperanza, condición de enamorada, sin embargo, por fortuna siempre hay algo recordándome mi realidad, las hijas quienes son y han sido quizá mi único principio de realidad.
Ayer estuve con un viejo amigo, tiene tres hijos, dos en la universidad y una en la prepa, por supuesto que salieron los hijos en la plática. Esos que alguna vez fueron unos locos pequeños en nuestra casa  imponiendo su vocación por el caos, a quienes estamos obligados como padres a educar, por lo menos. Y hoy son jueces duros que te reclaman de una u otra forma no haber sido lo que ellos querían. Cuando tú sientes que has respetado lo que ellos quieren ser, que por supuesto sólo aprobamos si es lo que nosotros queremos que sean.
Concordarán quienes son padres o hijos, es decir todos, en la importancia de la relación filial, lo determinante que puede ser en nuestra vida. En mi caso he tratado siempre que el aprendizaje vaya de ida y de regreso. He procurado poner atención a las lecciones que ellas me enseñan.
Es así como me mantengo al día de grupos, películas, videojuegos, etcétera. Mis hijas son bastante eclécticas, igualito que la madre. No por eso, a veces tengo que reconocer que yo tengo ya ideas muy fijas. Y es que cuando una se pasa la vida entera tratando de encontrarse, aprende que hay lecciones que no hay que olvidar nunca, nadie es culpable, cuando mucho responsable.
He disfrutado mucho la estancia en esta casa en la cual vivo actualmente con mi hija. No ha sido fácil para ninguna, dos mujeres que al cabo de los años separadas y las experiencias vividas son dos extrañas. No está fácil dejar de ser la madre y convertirte en la roomie. No por uno, variación del no por eso. Se hace lo que se puede. Lo importante es que tu familia nunca te abandona.* ¡Órale con los referentes culturales!

Yo me aferré durante muchos años a la estructura y forma que me daba ser madre. Como debe ser hace rato que ellas, cada una a su modo, pertenecen a distintas estructuras. Me reconozco al respecto que hice lo que creí conveniente en su momento y no me arrepiento de ello. Todo lo contrario, es la mayor vanidad que poseo.
Cuando mi hija mayor nació tenía yo 21 años, y creía que había vivido todo lo que se necesitaba, tal cual, pensaba que me las sabía de todas todas porque mi infancia y adolescencia habían estado plagadas de experiencias y de retos difíciles de vencer y todos, según yo, los había enfrentado como una guerrera.
Y en cierta forma lo era, a los 21 años pobreza, abusos, racismo, no habían podido conmigo, ¿qué más me quedaba? Mi plan era vivir hasta los 40 cuando según yo sería vieja. Cuando llegase el momento cogería la jeringa y me inyectaría aire en las venas, método suicida que vi en la película Regreso sin gloria con Jane Fonda y Jhon Voight, que vi cuando era adolescente aunque ya tenía un año de casada e insisto, me sentía Juan Camaney.
Y nótese que lo digo en masculino, reconciliarme con mi mujer fue hasta que nació Iris, sólo entonces valoré todo lo que antes había despreciado en muchas mujeres. La maternidad me enseñó el amor más difícil de la vida de una mujer, y miren que yo he tenido relaciones dolorosas.
No volvería a tener un hijo ni aunque me pagaran, nada más por no volver a pasar la angustia de una enfer-medad más de la cual ser responsable en mi vida. Aunque esto lo aprendí más como hija que como madre si soy sincera. Pero siempre que recuerdo la gloria de ver a Iris sonreír apenas abría los ojos, conservo el sentimiento de vergüenza, impotencia, culpa cuando me dijeron que se quedaba en el hospital porque probablemente tenía una infección peligrosa y había que internarla para estudios. O cuando me anunciaron que la pequeña había nacido con problemas de salud
Resulta que mi nena querida tenía tempora-das de anorexia y me hacía huelgas de hambre que me tenían pendiente de ella cuando era una bebita. No así la pequeña, quien comíó excelentemente los pri-meros tres años, hasta que me separé de su padre y dejó de comer. No por eso ella también me hizo inmensamente feliz a mis treinta cuando según yo, ahora sí, la vida me la pelaba. Ya lo sabía todo.

Suelo ser muy cuidadosa siempre que escribo y respetar la intimidad de la gente que me rodea así que tal vez hago mal en ventilar estas cosas por este medio, no sé si debiera.
Pero verán, mis hijas ya han crecido, una cumplió 24 y la otra 33, es difícil ver a tus cachorras convertidas en leonas. No por eso, estoy más que orgullosa, nunca me decepcionan, ni cuando no son lo que yo quiero, es más, por eso las admiro a ambas. Cuando mucho me irrita que tengan a veces que recorrer el mismito camino que recorrió su servilleta y que se había prometido a sí misma no recorrerían ellas.

Nadie puede o debe ser lo que los demás quieren, es una premisa con la cual me he movido a lo largo de mi vida. Mis hijas dan fe de mi logro, son tan distintas y tan iguales. Mi sueño dorado es que fueran tan amigas que se defendieran a toda costa, que fuesen cómplices, solidarias una con la otra. Sueño cumplido.

Mamá deseaba tanto eso de sus hijos: que nos llevásemos bien unos con otros, su inquebrantable premisa de “la familia es la familia” me enseñó a perdonar y respetar cualquier forma de vida que hubiese en mi ella y que aunque yo no compartiera, estaban en su pleno derecho a hacer su vida como quisieran, escogieran o pudieran, según el caso.
Es así como recuerdo que cuando mi hermana mayor estaba enferma o en aprietos, toda la farmacia se desplazaba a verla, la apoyaban, aunque no compartieran para nada sus ideas existencialistas. Lo mismo pasaba cuando cualquiera de nosotros estaba en aprietos. Era tu hermano o hermana, había que apoyar, disculpar, perdonar, ignorar lo que había hecho o las razones que para hacerlo tenía.
Yo no concordaba mucho con eso en la adolescencia, me parecía haber sido engañada, traicionada, pero en realidad no era así. De alguna manera una familia como la mía siempre lleva estigmas y pues nosotros, por estigmas no parábamos.
Pero aprendí a caminar con la cabeza alta y la sonrisa en la boca, pese a todo, mis valores, desde niña, gracias al adoctrinamiento de los Testigos de Jehová, yugo del cual me costó un buen deshacerme, yo era una buena cristiana desde niña. No actuaba nunca queriendo molestar a nadie, excepto a mi hermana, quien era especialmente sensible y me gustaba aliarme con mi hermano para molestarla.
A veces me sentía culpable por mis actitudes con ella. a quien extrañé muchísimo cuando se fue al extranjero por tres años. Realmente me hacía mucha falta, aunque fuese para pelear, para taparnos una a la otra, o balconearnos, según el ánimo o el día en el mes, pues aunque tenía tres años menos que ella la adolescencia nos había alcanzado casi al mismo tiempo.
Logramos una gran relación. Mamá estaba a la vez orgullosa y celosa de ella. Dos de sus hijas se apoyaban y toleraban, hasta decían que se querían. De hecho eran bastante molestas para la gente en general, pues solían abrazarse y besarse enfrente de todos, lo mismo que a su hermano, por cualquier motivo. La gente que en ese entones, ni ahora es bien intencionada decía que parecíamos lesbianas o novios en el caso de mi hermano.
Mi actual amante es así, un hombre cariñoso, amable, que no tiene empacho en tratar a sus hijos con amor, eso me encanta de él, es el primer hombre en mi vida que es así que conozco y es lo que más me gusta de él, entre otras muchas cosas. Había escuchado a hombres tratar así a sus niñas, pero jamás a sus hijos varones.
Y volviendo a mi hermana, hubo épocas que fuimos uña y mugre, cómplices, amigas, tapaderas, confidentes, consejeras. Y como todos en la familia heredamos de mamá la manía de psicoanalizar a todo mundo y hacerle el paro a la gente con sus defectos, aprendimos a aceptarnos con nuestras locuras y defectos, ambas éramos distintísimas. No por eso, hasta la fecha mi hermana es todo lo que antes dije y más, es una fortuna mi vida. Vean nomás. Un par de leonas, porque hace rato que dejaron de ser cachorritas, y una hermana-amiga-cómplice-terapeuta, aunque he de decir que si bien es la más amada no es la única. Tengo una red de amigas y amigos que siempre están ahí para cuando me da por dar saltos al vacío, que es la única constante que ha habido en mi vida.

¿Dónde voy a aterrizar? NPI*, pero por algo me dio mi madre el nombre que tengo, puedo ser brisa, ave de rapiña, leona según la astrología oriental, jaguar según la maya.

En fin que toda esta verborrea era para decirles que mi otoño es prometedor. Tengo a la mayor parte de la gente que amo cerca. Mantengo sana distancia con todos, excepto con una hermana a la que reencontré hace poco y con la cual tengo una gran deuda, pues no sólo me prestó su nombre sino me cuidó de recién nacida y me enseñó muchísimas cosas que ella ignora que me enseñó pero que yo le agradezco mucho y quisiera poder regresarle el cariño que me dio cuando niña. No quiero que se vaya de este mundo sin saber cuánto la quiero y cuánto la respeto y la entiendo.
Mis hijas son muy unidas. Muy diferentes entre sí y muy parecidas. Son unas blancas palomitas por las buenas, y unas hijas de su cuando se encabronan. Se parecen a la Madre. Y yo me siento muy orgullosa y doy gracias a la vida por ello. Y estoy emocionalmente bien, lo económico no es novedad.  Mamá estaría orgullosa. Mejor imposible.

Tomo nota de Cuetzalan, a donde me fui sola y mi alma, y del Congreso, al cual me acompañaron y apoyaron mis hijas, el regreso de mi hija, todo eso me trae planeando bajo, necesito parar un rato para tomar vuelo, Estoy ahí, practicando vuelos cortos, para ver si logro recuperarme y poder volar nuevamente alto, preferentemente junto al mar, como suelo hacer la mayor parte de mi vida de Aura.

Entre tanto, disfruto de los paisajes desde mi azotea, jamás me sentí tan agradecida de amanecer y ver el sol salir cada día, o ver los atardeceres que la posición y altura de la casa me brindan. La ciudad de México se ve por todos lados, oriente, poniente, norte y sur. He estado sufriendo insomnio y cada amanecer es un espectáculo, compensa la espera del sueño. Así que no me quejo. Doy gracias a la vida por todo el amor que me rodea, Mi familia la de sangre y la escogida, mi amante, mis amigas y amigos. Gracias.

Lilo & Stitch, película animada del año 2002 producida por Walt Disney Feature Animation y realizada por Walt Disney Pictures y Buena Vista Distribution, 21 de junio del 2002. Escrita y dirigida por Chris Sander y Dean DeBlois, fue la segunda de tres películas animadas de Disney producidas principalmente por its animation studio en Disney's Hollywood Studios (antiguo Disney-MGM Studios) en Orlando, Florida. 
Las canciones que están en el soundrtrack es además de su sencillo mensaje de unión familiar y tolerancia entre otras cosas, es´pectacular, Luigi Creatore, Hugo Peretti y George David Weiss, interpretada por A Teens"Can't Help Falling in Love", escrita por Luigi Creatore y Producida por Mark Hammond (Para América Anglosajones) Escrita por Luigi Creatore, Hugo Peretti y George David Weiss y traducida a la versión en español por Fernando López Rossi, Valeria Gastaldi, e Ivonne Guzmán. Interpretada por Bandana. Producida por Afo Verde (Para Latinoamérica). Tiene un soundtrack impresionante y habla de la frase mencionada. Y muchas más, es un verdadero concierto.

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