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miércoles, 28 de marzo de 2012

Los gigantes de las fosas


Los Gigantes de las fosas

Al autor de Los Hombres de Piedra 
 y a mi amigo don Juan

Quedan pocos sobrevivientes, unos cuantos viejos de manos enormes y gruesas. Se les distingue por eso y se les trata con respeto. Son los Gigantes de las fosas. La ciudad fue cerrándole el paso al imperio sobre rocas levantado por estos guerreros. Quien los ve puede de inmediato reconocerlos. El primer impacto son sus manos, anchas y enormes, nervudas, fuertes. Prueba fehaciente de su ancestral origen. Sus ojos, fosas ardientes, hacen que uno se estremezca al verlos. Y si se escucha la sabiduría que emana de sus silencios, es posible, observando sus pupilas, ver la historia a través de un manantial fluyendo.
Conocí a don Juan hace 15 años, lo primero que llamó mi atención fueron sus manos, eran impresionantes. Aparentaba unos 50 años, salvo por el cabello en exceso cano; tenía 70, su espalda era enorme, ancha y musculosa, brazos de piedra y ojos que semejan dos hoyos negros y si observa uno su iris percibe en el fondo un torrente de agua diáfana y transparente.
Don Juan y yo entablamos una buena amistad, era esposo de mi casera. Soy descendiente de los primeros hombres que poblaron estas tierras –alardeaba– , llegamos a romper piedra con las manos.
Yo le pedía me contara historias. Me hablaba de un México para mí desconocido. Don Juan es un jubilado ferrocarrilero que se dedica a criar puercos, tiene una memoria asombrosa. Pasé largas tardes escuchando sus historias. Era como ver una película, o leer un códice, por la manera en que las contaba. Le prometí escribirlas algún día.
El lenguaje de don Juan tiene algo de cinematográfico, pero hubo un encuentro, en su casa. Ese día hice un comentario sobre sus manos. Don Juan estaba locuaz gracias a lo cual pude ver “a Tonatihú ardiendo, iluminando las negras piedras que formaban el paisaje de estas tierras en los tiempos precolombinos; y entre ellas, los fulgores producidos por el correr de los ríos que bajan desde el Ajusco y el Cerro del Águila los cuales celebraban alegres nupcias debajo de la roca volcánica, misma que cubría el paisaje a medias y dejaba suficientes rendijas para que Tonatihú al entrar ellas, se descomponga en mil arcoiris de color magenta que compiten en destellos con las auroras boreales cuando Tlaloc y Tonatihú coinciden en darle su bendición a la tierra”. Pude contemplar “los dos ríos, uno al oriente, otro al poniente, corriendo al fondo, bramando a la luz de la Luna y rugiendo contra las rocas en indiscreta cópula.”
Vi a los primeros Gigantes de las fosas, ancestros de este enorme hombre que me ofreció generoso su historia, contemplar el paisaje: Un panorama desolador se ofrecía: piedra volcánica de un río a otro, rocas enormes que casi lo cubrían todo, los dos ríos hermanados en el fondo. Los Gigantes, les dieron cauce. Con las manos y unas cuantas herramientas rompieron la roca, cuidando siempre de dejar fosas para que los ríos respiraran; usaron piedras como cimientos para construir sus casas; le dieron forma a la roca y la moldearon a su antojo; después trajeron tierra y lograron sembrar en la piedra volcánica. Yerbas, maíz y otras delicias, arbustos, sauces, ahuehuetes, colorines, y hasta flores brotaron de la negra piedra.
Una vez transformado el paisaje agradecieron al señor Hutzilopchtli los favores recibidos con el sacrificio de una doncella para él y un guerrero para la madre Coatlicue en una fiesta de sangre y flores.

La voz de don Juan suele tener un timbre hermoso, varonil, aunque a veces empieza a gritar un poco más de la cuenta, o bien, cambia a tonos demasiado agudos, de acuerdo a lo que necesite la historia, a mí me parecía a veces que cantaba, su voz era la de un zenzontle que imita lo mismo al huehuetl que a la ocarina. Estos cambios de modulación se deben a que hace años que don Juan está sordo. Tiene un aparato que no usa, lo trae puesto pero no lo enciende, no lo culpo, yo también lo haría. Pero es un gran conversador, le gusta dramatizar en sus pláticas: “Venerable y viejo señor Huitzilopchtli, se ha cumplido el plazo. Respetando tus palabras hasta aquí llegamos. Y gracias a tus favores, hemos logrado dar vida a  las piedras”. “Anótelo”, me decía, “para cuando lo escriba”. Siempre ofrecía anotar pero la verdad me gustaba escucharlo y concentrarme en las imágenes que él me regalaba.
En cada arranque histriónico de don Juan, mismos que su esposa odiaba por cierto, yo podía ver lo que él estuviese platicando, los caracoles, las chirimías, el huehuetl, escuchándolo asistí a la ceremonia de un fuego nuevo. Vi a los Gigantes de las fosas, quienes tenían el mismo color de las piedras a causa de su trabajo al sol todo el día. Altos, esbeltos, fuertes, bruñidos por el sol, resistir largo rato los embates de la civilización española, pero ésta al fin llegó.
La voz de don Juan me llevó a la época en que hubo que adaptar los ritos, y en vez de ir a agradecer y pedir a los cuatro elementos su protección, se empezó a celebrar en el mismo día, a la Virgen de la Candelaria. La ciudad se fue poblando y extendiendo y hará unos 50 años que entró de lleno en la tierra de los Gigantes de las fosas.
Quedan ya muy pocos de ellos, la mayoría tiene más de 90 años, uno los reconoce principalmente por sus manos, que a cualquiera impresionan, y sus ojos, que tienen la profundidad de dos hondas fosas. En La Candelaria Coyoacán quedan ya muy pocas, dos o tres.
Don Juan es un hombre que prefiere transportarse en bicicleta a manejar su Ford del año que le regaló su hijo. Siempre tiene tiempo para una buena plática, que es más bien un monólogo. Él habla y hace preguntas que pueda uno contestar con un movimiento. Pero cuando se inspira y el tema le gusta se transforma en un Gigante de verdad. A través de sus charlas recorrí el México de los años 20, cuando todavía Tlalpan no la entubaban. Viajé en máquina de vapor y jugué entre los durmientes de la estación de ferrocarril San Lázaro.
Gracias a mi relación con él conocí de la historia del lugar donde más tiempo he pasado en mi vida, La Candelaria Coyoacán.

3 comentarios:

  1. Aunque ya había leido los 3 cuentos, debo decir que me gustan mucho, tengo que recomendarte mas jajajajaja tq

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  2. Hermosa historia, bien detallada, y Don Juan, bonachón y misterioso, me gustó mucho.
    Te dejo un abrazo!.

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